Este es un comentario a una entrada de
D Blog.
Vivimos siguiendo patrones ajenos. Así está la cosa si quieres comer bien estos días. Nuestro mundo está lejos de ser ideal, mucho menos feliz, pero hay algo rescatable: es posible huír de diseños preconcebidos a través de lo que sea que amemos.
Mi amiga Dalya es una de las personas más legibles que existen. Su mano escupe pura chingonería y leerla es un deleite de primera mano: honesta e idealista, a veces es tóxicamente nostálgica, otras seductoramente graciosa y otras temerariamente sincera. (Qué bien sonó mi descripción no? - La realidad la supera). Dalya está triste, porque busca trabajo y siendo una mujer de ideas, de preocupaciones, de compromisos; no encuentra dónde sentir que puede ayudar a su país.
Como muchos pueblos a lo largo de la historia, los mexicanos de hoy - nuestra generación - hemos de aprender a enfocar mejor para ver menos borroso, y a sacrificar mucho, muchísimo. El problema viene cuando no tenemos de dónde agarrarnos. Y la pregunta aquí es: ¿Es solamente el trabajo una forma de seguir la pasión de hacer algo por nuestro entorno?
Yo digo que no. Que el trabajo es buena alternativa, buena solución pero no es la única. Sobrevaloramos demasiado las artes y la cultura, en un mundo donde basta con abrir una cuenta para escribir lo que piensas en el blog. Lo mismo para el deporte. Sobrevaloramos incluso el trabajo, no llegamos a pensar que tal vez con ejemplo y con expresar nuestra opinión estamos ya haciendo algo mejor, algo para ayudar. Y cito aquí a C.P. Cavafis, quien en El primer peldaño habla a través del poeta Teócrito cuando responde a su discípulo Éumenes quien estaba triste ante su panorama poético, casi como mi Dalya se entristeció hoy:
" Si te hallas en el primer peldaño [de la poesía] debes sentirte orgulloso y feliz.
Aquí, donde has llegado, no es poco; una gran gloria es lo que has hecho.
Aun este primer peldaño, muy lejos está de lo vulgar.
Para pisar este peldaño has de ser ciudadano, en su plenitud de derechos, de la ciudad de las ideas. Y es difícil estar en esa ciudad y raro que en ella te censen.
En su ágora hay legisladores que ningún aventurero podría burlar.
Aquí, donde has llegado, no es poco; gran gloria es lo que has hecho."
Fácil es hablar cuando no se ha pasado por entrevistas de trabajo tan frustrantes, yo sé. Pero creo que alguien como Dalya, quien - diríamos todos sus lectores diarios - es una ciudadana modelo de la ciudad de las ideas (así como cualquier otra persona que tenga una pasión bien llevada alterna al mundo pre-diseñado de las carreras y los empleos), no tiene por qué temer.
Son pues, los artistas e intelectuales, y no los gobernantes o los políticos [o los ingenieros o arquitectos...] los más necesitados por el mundo actual. Son los sensibles a la realidad. Los que - como Dalya en cada escrito - abastecen de felicidad a la gente de manera inmediata, los que la hacen despertar, los que mejoran la vida de sus países más rápida y eficazmente que quien se ve obligado a pasar alguna propuesta de ley por una o dos cámaras antes de ser aprobada y llegar a la realidad.
Así pues, por lo menos para mí, Dalya es mucho más importante que cualquier político que se me ocurra. Porque me hizo descansar en su arte, porque me despertó, porque me enseñó que hay una tal Bachelet en Chile, porque me inspira con su frustración.
Dalya, no te olvides de tu mano que alimenta, que aunque no es ni un trabajo ni un modus vivendi, es probablemente lo mejor y más importante que haces, por muy leve que a veces parezca. Y lo que aún te falta...Comemos pronto, te mando un beso.