miércoles, 12 de octubre de 2005

Octubre 12 de 2005.

"Si pienso en tí siento que esta vida no es justa.
Si pienso en tí y en la luz de esa mirada tuya.
Nunca vas a saber cómo lo siento.
Nadie va a adivinar cómo te recuerdo"
Amaral, Días de Verano, Pájaros en la cabeza, 2005.

Querer es poder. Y hoy no pude levantarme de la cama. El peso de la nostalgia rompió la debilitada cuerda de la obligación. Parecía que si me cubría con las sábanas, si me envolvía profundo, estaría protegido de todo lo que me esperaba vivir en el día.

La ausencia es una condición que mancha y ensucia todo lo que toca. Distorsiona y ahueca los significados, aniquila esencias para siempre. Crea tergiversando significados, enturbiando las vidas.

El 12 de octubre: un día importante para muchos. Para los aragoneses, el día de la Virgen del Pilar de Zaragoza. Para los españoles el Día de la Hispanidad y para los latinoamericanos, el Día de la Raza. Para mi hermana, su santo. Para mí, hace 11 meses de la partida de mi ser más querido.

Siempre ha sido un día de felicidad: de flores, de jotas aragonesas, de chocar las copas, de abrazos, risas, llamadas de larga distancia, camisas nuevas, visitas a embajadas.
Se me viene a la mente el 2001, cuando mis padres se fueron de viaje a celebrar el Pilar, y la armamos en mi casa, todos nuevos - en toda la extensión de la palabra -, estuvimos mi hermana, Pilar su amiga, Patty Cigarros, Muradás, el buen Mario, Michel - que ha empezado su blog - y yo mismo.
O de el 2002 cuando nos tocó acompañar a nuestros padres a Zaragoza, el concierto de Chenoa, las ofrendas a la virgen, los cuadros de joteros por la calle, los millones de bares, la comida, mi familia reunida por última vez en un viaje...

Pero a partir de 2005, la ausencia recubre mi 12 de octubre de amargura. Hay dos ausencias, una temporal, y otra permanente, que sigo sin superar.
Y este día fue, además de gris y frío, difícil. De aquí en adelante será de tristeza: de no querer/poder levantarse, la evidencia de que las vacas gordas ya enflacaron, de que envejecimos cuando la vida se agrietó - y que por la grieta se nos escaparon muchas alegrías -, una jornada entera de luchar para contener las malditas lágrimas, un recordatorio de lo que se fue, de cobijas recias, rezos, pañuelos, gritos deseperados al cielo proferidos en silecio y desde el fondo.

Y así, más que una separación o un alejamiento, la ausencia se convierte en esa negrura espesa, que moja todo mi mundo, cambiando el significado de mis fechas. Permeándome con su densidad, cambiando mi esencia, mis tradiciones, mi historia, mis estados de ánimo. Matándome, y obligándome a resucitar a la tristeza.

2 comentarios:

Dlx dijo...

"stones... taught me to fly
love... taught me to cry

so comme on courage, teach me to be shy..."

Cannonball, Damien Rice.

Tal vez las ausencias sirven para redimensionar las presencias, revalorarlas, disfrutarlas... y darle cada vez menos espacio a la tristeza.

Tal vez un día doce de octubre te levantes no por convicción, sino por la obligación de vivir, y estar con el mundo... ese resto de realidad que tampoco es para siempre, y merece tu amistad.

Ánimo guapo, porque entre quienes se nos adelantan y nosotros hay menos ausencia de la que parece. ;)

Trust me...

Mich dijo...

Te entiendo bro... simplemente y llanamente te entiendo.