Me pongo a escribir porque acabo de rezar y hace muchísimo que no rezaba. Acabo de cantar y hace muchísimo que no cantaba. Acabo de llorar, y hace muchísimo que no me rompía y chillaba.
Me confieso: hace poco escribí una mentira. Escribí que no tenía ya miedo a los aniversarios luctuosos. Me equivoqué. En ese aspecto, aquí sigue la ausencia, ese vacío que llena el tórax, que se siente en y por todos lados, ese instinto suicida de querer morirse pronto también, a ver si así puedes reunirte con tu ser perdido.
Un día como hoy toda la vida, cada año, puse una ofrenda de muertos con mi abuela.
Ella me transmitió el amor por esta fiesta. Siempre acostumbraba poner en un plato transparente, agua y aceite. Compraba unas cosas que se llaman "mechitas", que son corchos que al flotar, sostienen pabilos que mojan su parte de abajo en el aceite. "Es para ms muertitos" me decía. Todavía el último año me encargó comprar y poner las mechas que ella quería ofrecer de manera especial a su hermana, mi tía Isabel, que recién había muerto.
"En este día, Dios permite a los muertos bajar a estar con nosotros", me explicaba con la pasión que no le faltó un sólo segundo mientras vivió. Amaba las calaveras, la catrina, el rosa mexicano, el chocolate, el papel picado, el amaranto, las flamas de las velas, el aceite y el agua, la mezcla de todo lo anterior.
Y entonces hoy puse, para ella, una ofrenda.
Comprar las cosas, acomodarla, prender las mechas, fue estar con ella. Fue reír con sus recuerdos, siempre felices para mí.
Prendí al centro las mechas de aceite.
Y entonces pensé...¿y si sí estás aquí, de verdad? ¿Si este día te dieron permiso de venir a verme, y volvimos como siempre a poner la ofrenda juntos?
Habrá sido el aroma suave del copal y el carbón humeante lo que provocó esta reacción. Ese dolor dulce que oprime la tráquea cuando se siente algo fuerte me empezó, y entonces no supe otra cosa más que rezar. Recé como ella me enseñó. Le recé a un dios en el que creo que no creo. Pero le recé con fuerza, por si ella estaba aquí. Por si en una de esas tenía razón y ese dios existe. Le pedí que me la cuidara bien, y que por favor, me reuniera con ella un día.
Ya van a hacer tres años y hay tanto tanto que se perdió. Y otra vez pensé ¿y si sí está aquí? Caminé rápido hacia el espejo, a arreglarme el pelo para verme lo mejor posible. Ella que no veía, siempre dijo que cuando muriese iba por fin a poder verme y tenía muchas ganas de ver cómo soy ahora, de grande. Y entonces pensé que podría también oírme. Qué bueno que estoy sólo y soy el único aquí, porque me paré y en frente de la ofrenda, canté pedacitos de canciones que me salen bien.
Y así creí que estaba aquí. Lo juraría. Está o estuvo aquí. Ahí es cuando lloré. Lloré por volver a estar con ella. Lloré por no poder tenerla siempre. Me entró fuerte el sentimiento.
Aprendí bien lo que ella me enseñó. Porque aquí estoy, un 2 de noviembre, honrándola a ella igualito que ella honraba a los suyos.
Porque este 2 de noviembre, ella está aquí junto a mí.
4 comentarios:
me gustan estas fechas, recordar es lindo!
ademas las tradiciones mexicanas son las mejores.
cari, que hermoso post!
estoy segura que no sólo el 2 de noviembre, ella siempre está contigo.
te mando muuuuuchos abrazos
c u soon!
¡Qué bonito post! De verdad.
En mi casa jamás se ha puesto una ofrenda, pero hace poco decidí acercarme un poco a mis abuelos difuntos... de otra forma. Y fue muy lindo.
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