miércoles, 24 de enero de 2007

Mi ídolo está muerto

Uno de los tantos grandes regalos que recibí del 2003, fue a Ryszard Kapuściński envuelto en Annja, una polaca altísima y hermosa con quien he perdido el contacto pero que me enseñó muchas cosas de agradecer y recordar. Lo último que supe fue que trabajaba en Amnistía Internacional en Varsovia, y que en las tardes leía a Virginia Wolf.
Fue ella quien - a través de un papel cuadriculado escrito suavecito a pluma azul con una letra tristemente bella, muy polaca - nos guió a mi amigo Christopher, su hermana Karen, su entonces novia Elisa, a mi amiga Ceci y a mí; en uno de los mejores recorridos de nuestras vidas: Cracovia.
Lúdica, obscuramente vanguardista, judeo-cristiana, vibrante y artística, esa ciudad se encargó de muy pronto rendir todos mis sentidos a sus encantos y convertirme en un adicto-amante ávido de Polonia y sus buenas bondades. Entre ellas, está el gran Kapuściński. Por ahí he de tener la lista todavía, escrita del puño y letra de Annja, en la que me recomendaba a quien acaba de morir.
Otro gran polaco, de la mano del cual conocí muchos lugares de África, a través de su enorme libro Ébano. Y apartir del ejemplo de este hombre, quise ser como artista y como hombre en sociedad. Hizo historia, contando la historia como nadie: a través de la gente, a través de sus experiencias, a través de sus conversaciones con gente normal, a través de sus ojos. Olvidando los detalles científicos y las fechas, abundando en detalles hermosos que adornaron su acertado ojo narrativo. Hoy la tele lo recordaba como periodista y sí, fue uno de los últimos, pero en mí siempre ha sido un modelo perfecto de artista. Sensible a la aniquilación mediática de la cultura, nunca leí nada suyo que no fuera un informe o relato poéticamente literario, algo a mi juicio más grande y rico que el periodismo.
Lo primero que hice en cuanto me enteré de tan triste noticia, fue correr a buscar uno de sus Lapidarium (el cuarto, dedicado en la primera página por mi padre en el día de mi cumpleaños en 2003), y entonces recé por él. Recé para ser como él. Sin haberlo conscientizado hasta hoy, fue Kapuściński una especie precursor del blog (no lo sabría afirmar, pero por lo menos en mi vida, sí), que es una forma de comunciación retrato de nuestra época.
Precisamente fue en este Lapidarium IV con el que conocí la literatura de fragmento, que como bien recoge su contraportada según palabras del autor es "esa escritura libre y espontánea que salta de un tema a otro como lo hace en cuestión de segundos el pensamiento." Y así es como escribimos muchos hoy en día.
Todos estos Lapidaria son en realidad compendios, lo mismo que si publicara todos las entradas que han aparecido en este blog, sólo que los suyos con mayor profundidad y claridad, evidentemente. La claridad, la información, la verdad, la humanidad de un monstruo de las letras. Me enorgullecí de ser una especie de hijo literario de Ryszard Kapuściński. De pensar que quizás él tendría un blog o contemplaría la idea o por lo menos veía esta forma con reservas pero ál fin y al cabo buenos ojos. Pensar que soy un poco como él, es un honor. No me alcanzan manos para recibir su estafeta, pero sí para escribir sobre él y vigilar que su espíritu no muera.
No era tan viejo, tenía 74 años, y algún día en mi imaginación pensé en que podría llegar a conocerlo, a preguntarle cosas, a conversar nerviosamente durante algún afortunado y breve momento de visita en Varsovia, que bueno, no va a pasar. No lo sé, pero no dudo que haya sido muy feliz, justo como tiene que serlo alguien que siente el mundo y escribe de la manera que él lo hizo. Una pérdida física enorme.
Réquiem por Ryszard Kapuściński (1932-2007)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Has vuelto

Anónimo dijo...

Justo ahora estás en entrevista con Andrea. Te deseo toda la suerte del mundo y ojalá ya seamos compañeros de trabajo.

Cuco

Anónimo dijo...

yo también te deseo toda la suerte del mundo, ojala te den ese trabajo!:)

JC dijo...

Cuco,
Después de la entrevista, fui a comer con una especialísima amiga mía, que siempre es centrada y muy acertada en sus juicios.
Le conté de tí y Eduardo y la entrevista y me dijo "Pues si te quedas en el puesto, sí que tienes que agradecerle a tus amigos".
Una vez que llegó la cuenta, busqué todos mis bolsillos y resultó que no traía mi cartera. Me morí de pena. Total que una amiga suya que vivía literalmente junto al restaurante nos prestó. En el camino a mi casa por mi cartera - y antes de regresar lejísimos a pagarle a la amiga - ya riéndonos y platicando, le conté que no era la primera vez que me pasaba algo así.
Le conté que justo el mismo amigo que me había recomendado para la chamba fue el que me rescató aquella vez. Ella, que neto siempre percibe bien todo, dijo: "Oye, pues ese sí que es tu amigo, cuídalo porque pocos así...". Y nada más cierto.
Quería contártelo, para decirte otra vez que me quede con el puesto o no, se te agradece mucho y se te quiere. Ahora, cruzamos los dedos, ojalá de verdad seamos pronto compañeros de trabajo. Un abrazo.

Anónimo, gracias por la suerte.