sábado, 14 de noviembre de 2009

Shakira siempre fiel (entre otras cosas)

Sólo una vez en la vida me fui de pinta: en 1998. Digital 99 recibió una copia de todos los dibujos a lápiz que hacía en ese entonces y (qué oso goei) descubrió que era yo uno de los mayores fanes de Shakira en México en ese entonces, cuando acababa de salir ¿Dónde están los ladrones? así que me otrogó el merecido premio de irla a conocer en persona. Fue así como fingí que iba a la escuela (obvio mis padres nunca sospecharon nada, siempre fui ñoñérrimo), tomé el metro y me dirigí al Toks de Polanco a devorar molletes mientras esperaba pacientemente la hora de verla en carne y hueso. True Story: Me cantó (a mí, a mí, a mí) la canción de "" con su guitarra. Histórico. Era ya desde aquella época hermosa y bajita, con esas espirales estrechas de colores recubriendo mechones delgados de su pelo negro. Me abrazó muy lindo (su cara a la altura de mi esternón) cuando vio todos esos dibujos de ella que hice. Neta estaban excelsos, no sé por qué se los regalé todos. Qué burro. Espero que mínimo hayan llegado a un bote de basura de Barranquilla Colombia y no automáticamente se hayan quedado por ahí en un bote de basura del Hotel Marriott del D.F. Uno de los mejores conciertos que he visto en mi vida fue el de Shakira en el foro Sol en mayo de 2007. Está hermosa, es encantadora y además, seas quien seas, te sabes el 80% de las canciones si es que has vivido en Hispanoamérica. Fue saliendo de allí donde compré una fina y piratísima taza donde ella se ve muy acá.
La usé para tomar café en la embajada asiática donde trabajaba entonces, cuando era un gordo desconocido y de bajos recursos. Han de saber que mis coworkers de antaño SORBEN el café cual osos hormigueros, por lo que, cuando descubrí que no respetaban la propiedad privada en la oficina y que de cuando en cuando se echaban su cafecito instantáneo en MI taza, dejé de usarla. Un buen día - así a lo salvaje - decidí dejar atrás la grasa, el anonimato y la pobreza y me largué de allí. Y así fue. No había reparado en la cantidad de procesos internos que he ido viviendo (la mayoría de los cuales están reseñados en este blog). No había reparado en la taza de Shakira.

El jueves, por razones sorprendentemente extrañas y buenas (Si es que, nunca sabemos lo que va a pasar en nuestro futuro porque la vida juega tan irónicamente que nunca creeríamos lo que está a punto de ocurrirnos) volví a ese asiático lugar y allí estaba, reluciente, la pobre. Al parecer - y contrario a lo que yo creía - en esa oficina no sólo se quedó una taza mía. También dejé atrás amigos y (¡!) una impresión sobre mi trabajo bastante decente.

Ha pasado tanto tiempo. La huella del envejecimiento, el cambio y la evolución no sólo está en nuestras nuevas patas de gallo ni en nuestra creciente incapacidad de soportar las mañanas de resaca: también está en nuestros ídolos.
Shakira es ahora rubia y más loba que nunca. Sólo han pasado dos años. Dos grandes años en los que, aunque de repente se me olvide, ni Shakira ni la buena fortuna me han abandonado. Aplausos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Jajaja, tengo que confesar que de vez en cuando la uso. Yo ya les perdí el asco, por lo que siempre se verá mas elegante estar tomando café de la taza de Shakira que de las piterísimas tazas bicolores que llevan aquí 17 años.