lunes, 9 de noviembre de 2009

Añoranzas tras 20 años de la caída del Muro de Berlín

Extraño a Berlín como se extraña a una amante de noches furtivas. Echo de menos sus calles igual que un hombre casado recuerda las piernas de la última mujer con la que estuvo antes de consagrarse a su esposa.
Cuando elegí esa ciudad para viajar antes de incorporarme a la vida laboral (que, efectivamente, no permite los viajes largos) yo sabía que Berlín era algo pasajero, que eventualmente debía regresar a México. He pasado tres años extrañando su respiración sobre mí y encontrándome a mí mismo perdido mojándome los labios como quien recuerda esas noches de pasión perfectas en las que los cuerpos parecen haber provenido del mismo material y estar hechos en medida, textura y dimensión rigurosamente uno para el otro. Así fue con Berlín, que está hoy de celebraciones.
Cuando lo conocí era ya desde hacía tiempo libre: mucho más libre que yo mismo, aunque aún dividido por un muro invisible. Aún existen los ossies, los wessies y los orgullos arcaicos; pero también existe el miedo al nacionalismo, la carga incómoda de la herencia del exterminio, la mesura y el respeto en los comentarios en público, los judíos berlineses, los turcos berlineses, el alcalde abiertamente homosexual, los kebaps y los curry-wurst por doquier. Hace tres años estaba allí, aún fundido en un abrazo con la ciudad entera, acariciando el lomo del pobre y viejo muro que cumplía años de haber sido derrumbado.
Fue así como - al igual que miles de ciudadanos del mundo desde hace 20 años - me lo crucé de un lado a otro y patée todas sus calles de este a oeste, ida y vuelta cientos de veces y de punta a punta. Y amé cada extremo y cada porción del cielo sobre Berlín, porque justamente ahí fui libre como nunca antes y como hasta ahora.
Berlín estuvo dividido, conteniendo durante veintiocho años los deseos de todos los cientos de miles - un recuerdo para Peter Fetcher y las 192 muertes - que quisieron cruzarlo, reprimiendo tanto amor que cuando se derrumbó el muro la ciudad se desbordó como nunca antes algo se había desbordado en la historia. Todavía a mí, que llegué 17 años después me tocó abundancia, libertad, seguridad y tolerancia. Y por eso, desde aquí con gratitud, celebro también este glorioso día.

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