viernes, 24 de julio de 2009

El final feliz

"You change your mind like a girl changes clothes"
- Katie Perry

Pues sí. Ya llegó, así de pronto, el final feliz.
Resulta que, con actitud yanoquierorialescuela, llegué anoche a la tal clase de creatividad. Era otro profesor. Cada que hacía una introducción y nos decía vamos a ver si son de verdad creativos yo temblaba. Qué tonto. Cada actividad planteada, cada ejercicio, cada práctica contra reloj para encontrar un slogan o un insight me sabían a maratón (y eso que nunca he corrido uno, pero me identifiqué con la sensación de estar jadeando con el corazón retumbando a todo lo que da y no detenerse).
He ahí el secreto de las mejores ideas: no parar. Nunca. Y pa' eso, queridos lectores, la neta uno se pinta solo. Entonces ocurrió el milagro.
Me sudaban las manos, mi cuaderno está hecho chicharrón. Cada que me tocaba compartir una idea recién creada, el profesor la aprobaba ante mi alivio y asombro; y en el mejor de los casos, la felicitaba. Fue fascinante sentir cómo la confianza regresaba a mí. Era menos que antier porque entonces sin saberlo tenía más bien miedo disfrazado de arrogancia. Ahora, lo que regresó no es para nada una sensación de acá las tortas y alucinan porque ya les llegó el mesías de la creatividad, sino un puedo trabajar para pulirme y hacer algo increíble con mi trabajo y mi vida.
Y entonces, tan tan, estamos celebrando. Qué bipolar me ví. Una noche anterior estaba hecho un océano.

Saliendo de clase, en mi coche camino a mi casa dí un magno concierto en un estadio imaginario a millones de personas que corearon mis canciones a todo pulmón. Aplausos.


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