viernes, 16 de septiembre de 2005

Celebremos México...

Tiempo de emborracharse y sentirse muy macho. De cantar Timbiriche [M, E, acento, X, I, C y O]. De comer mole con pozole y picadillo, tacos de tostadas de chiles rellenos de chicharrón de requesón con tinga y harta(s) salsa(s) antes del coma etílico. De pintarse de verde, blanco y rojo; de gritar ¡Viva!, bailar y cantarse una de Alejandro Fernández a todo pulmón...
Y así los mexicanos, por una vez en el año, nos acordamos de que somos un país, y de celebrar nuestra independencia. Desbordamos nacionalismo. Y nos convertimos, una vez más, en el pueblo más contradictorio y único de todos.

Nacido en la grieta donde dos culturas empiezan y terminan, y casi habiéndome pasado la vida en México defendiendo a España, y el tiempo en España defendiendo a México, la enseñanza que me queda es que la nacionalidad se define - igual que todas las cosas que importan -, con respecto a uno mismo, al propio sentir y manera de ver la vida, al cariño que cada quien tiene para aquellos que considera su gente.

Inútil decir lo afortunados que somos de vivir en la época de la globalización, el mp3, la palm, el i-Pod, los edificios inteligentes, el Internet, y tantas maravillas; habiendo pasado por logros como la llegada de los hombres a la luna, o el descubrimiento de la penicilina. Y esta modernidad y avance significa, para alguien con dos nacionalidades, que nosotros nunca zarpamos con tres carabelas hacia las Indias, no evangelizamos comunidades indígenas, ni tampoco construímos una pirámide , y jamás seguimos el avanzado calendario de 18 meses.
Sería vergonzoso y absurdo basar nuestro nacionalismo en una pequeña parte del enorme todo: algo que pasó hace 500 años. Hoy en día tenemos la gran oportunidad de conocer nuestra magnífica historia, de hacernos la trillada pero profunda pregunta: ¿Quién descubrió a quien?, reconocer que todos somos al mismo tiempo maestros y alumnos, y sobre todo, comenzar a celebrar nuestra identidad, amar nuestra mezcla, mirar hacia adentro y sentirnos orgullosos de nuestro pueblo. Crear, mirando hacia el futuro, nuestro orgullo nacional.

La pregunta obligada y omnipresente a ambos lados del Atlántico siempre ha sido la misma: ¿Y qué país te gusta más? ¿Te sientes más mexicano o español? ¿A que aquí es mucho más bonito que allá? ¿A que aquí la fiesta es mejor? [...]
Supongo que para quien no haya nacido y crecido entre dos culturas, será difícil imaginar todas estas respuestas. No tiene por qué estar peleada una nacionalidad con la otra, sino todo lo contrario: no soy medio-mexicano ni medio-español, soy 100% ambos. Y si tuviera que escoger entre una nación u otra, sería como escoger entre cortarme la mano derecha o la mano izquierda. A veces parece mentira ver cómo todo el mundo busca oír, de los labios de un viajero, que su nación es la mejor. Y la verdad es que, quien se precie de haber tenido la fortuna de viajar por el mundo y conocer culturas ajenas y extrañas, sabe que todos los países son el mejor.

Los que nacimos en México, somos por naturaleza raza cósmica como decía Vasconcelos, dado que nuestra riqueza radica en la variedad y el mestizaje, y eso es lo que hemos de recordar. No importa lo mal que se pueda hablar del país, nuestra mezcla nos hace grandes. Celebro nuestra unión y la fusión de los mundos, y creo que de ello resultan cosas hermosas. Y si no pregúntenle a mis padres, lo bien que salen las cosas cuando se unen dos culturas... ;)

De hecho, si tuviera que describir a México con una palabra, pensando en toda su diversidad y sus contrastes, diría mezcla. Por eso me siento aquí como pez en el agua, porque aún llevando en mí una nacionalidad "extranjera", soy literalmente un mestizo, y por eso soy muy muy mexicano. Por eso también es tan fácil amar México, independientemente de su fuerza, belleza y calidez.
Hoy en día en que ya importa más el lugar de residencia que la nacionalidad para fines jurídicos, el amor por la patria se lleva muy dentro, y se transmite a través del trabajo, el compromiso social con los nuestros y la honestidad. Y después de todo, siento que cada mexicano, español, colombiano, dominicano, chileno, y latino en general, es - de verdad - mi paisano. Y lo mismo me pasa con los rusos, polacos, checos, turcos, gringos, japoneses, finlandeses, y todas las demás nacionalidades.

Aún así, el orgullo sale a flote, claro: sí dan ganas de gritar, pero no contra ninguna otra nación, sino por el México que podemos construír y llevar hasta lo más alto, a pesar del viento en contra. Este es el tiempo de recordar - entre taco y taco -, que todo el año somos mexicanos, y que somos uno. Que la hermandad mexicana ha de vivirse todo el tiempo: olvidémonos de cerrárnosle al del coche de junto, de ignorar al que está junto a nosotros por ser distinto, de la impuntualidad, la corrupción y el silencio. Amemos nuestro país todos los días, y procuremos que cada noche cuando reposemos la cabeza sobre la almohada, sepamos que hemos contribuido con algo para que nuestro México crezca.
Sin duda estamos todos ante una gran nación, no lo olvidemos mañana.

¡Que Viva México!

martes, 6 de septiembre de 2005

Transmitiendo vidas...

Soy un muerto yo mismo...Morí el pasado once de noviembre a las cinco de la tarde, y la mitad de mí sigue sin estar, y nunca estará. Soy una especia de medio-hombre, y solamente quien ha perdido a un gran amor sabe que no es un decir, y que no estoy exagerando. Perdí al amor más grande, profundo y sabio que he conocido, y es verdad que pesa la vida.

Por supuesto que es difícil, y da mucho más miedo que la muerte, pero, de momento, hemos de acostumbrarnos al estuche en el que estamos. La vida pelea por salir por todos los rincones, poderosa y fuerte; golpea todas las superficies como un martillo, y se impregna en ella, siempre emerge de entre la muerte. Me acuerdo aquella tarde de lluvia, que casi va a hacer un año, cuando ya mi abuela sufría mucho, y yo sabía perfectamente que se me estaba yendo media vida después de trabajar. Manejando, camino al hospital de Gabriel Mancera y Xola, donde hay una vuelta inclemente, con un tráfico horrible. Mi estado de ánimo era negro como el carbón, estaba físicamente agotado, literalmente el agua de lluvia no me dejaba ver nada, y todo era gris, triste, trágico. Entre ese caos, la ventana de mi coche me ofreció una visión que nunca se me va a olvidar: era una niña pequeña, de unos 4 o 5 años, con dos coletitas de pelo y las manos pegadas a la ventana, sonriéndome francamente. A través de esa sonrisa que habló tanto, y abrazó tanto mi espíritu, supe que la vida se aferraba a mí, que seguiría golpeando hasta reventar los cristales del coche y tocarme...Supe que hemos de vivir, y que hemos de dejar un legado siempre...

He seguido sintiéndome atrapado, mi espíritu también quiere salir de mi cuerpo, literalmente lo siento. Pero no es porque la vida no sonría, sino es porque muero por ir a reunirme con mi abuela. Su ejemplo es mi respuesta a la claustrofobia, y lo comparto Dalya, especialmente hoy contigo. La extraño, y sé que durante su vida ella sintió esa angustia muchas veces, y más que nadie en este mundo sé que nunca se quejó, siguió caminando, y hasta el último momento de su vida (del que el único testigo soy yo), acabó peleando, luchando, como una ganadora, y por eso fue tan grande y hermosa. Por eso vive en mí y vivirá siempre en todas las personas a las que yo pueda transmitir algo bueno, aunque no sepan que es mi abuela la que está en ellos. Y así, ella, junto conmigo, se vuelve eterna, y antes de existir existía, como yo y mi descendencia.

Me enteré que Martita, la secretaria del Centro de Lenguas del ITAM, tiene un hermano a quien le tienen que hacer una operación a corazón abierto, y necesita 11 donadores (mándenme un e-mail si quieren donar sangre, yo les paso los datos precisos). Y dado lo que cuento hoy, nadie me cuenta –después de tres meses de agonía en el Seguro Social- lo que es no tener apoyo real de nadie cuando tu vida se te va... Se puede donar en cualquier hospital del Seguro, y el más cerca para mí era la Clínica 28 de Gabriel Mancera. Me helé cuando me remitieron al Hospital Regional 1, ubicado en las calles de...Gabriel Mancera y Xola...Y seguí caminando, como mi abuela, hasta allí.

Los recuerdos fueron insoportables los primeros momentos. Los policías, que siempre fueron tan amables, me reconocieron y a mí me dio gusto...Pero en serio hube de controlarme mucho para no chillar al subir las escaleras, ver los pasillos, recordar aquella agonía...y finalmente pasé a donar sangre (proceso también merecedor de un blog, fascinante...). En fin, la verdad, después de enojarme por todas las contradicciones en el procedimiento del Seguro para pedir la donación, se me quitó un poco el pesar.
Me pincharon en el lado izquierdo, y la sangre no salió. Mal recuerdo de cuando a mi abuela no le encontraban las venas y la lastimaban mucho. Me pincharon el brazo derecho, me rompieron demasiados vasos, y entre todo ese trance de regreso al hospital, el pinchazo me dolió...hasta el alma. Y al oír el bip bip de mi celular, respiré: por fin tendría algo en que pensar y no mirar al tubo de plástico con mi sangre rojiza-morada: Era Paulina Ramírez, la mejor amiga de mi hermana, y una gran amiga para mí también, compañera de vida y cómplice de aficiones, que me escribía un SMS, para decirme que el bebé que espera para diciembre es una niña. Y hoy, una vez más, la vida se coló implacable, a través de la aguja clavada a mis venas, en mi vida y me golpeó –afortunadamente- con fuerza. Ahí, en ese edificio donde conocí la muerte, la vida me regaló la hermosa noticia de una sobrina, que viene pronto a la vida, bienvenida sea...

La vida es difícil, pero fuerte... Me decía mi cuñada Mady, que su abuelo es una estrella, y estaba muy convencida. Como sigo viviendo, lo creo sin duda, estoy seguro de ello. La misma que me dio la vida, también me dio la muerte....y la vida. Y así sigo caminando. Y soy un medio-hombre muy vivo, curándome con estas letras también...
Mi sentir sobre aquél tristísimo día, se recoge en
A mi Abuela.

Wow, this blog was beautiful...at least for me to write...

lunes, 5 de septiembre de 2005

Fecha de Caducidad: Desconocida

No tenía idea de cómo empezar este blog.
Ya se sabe que no se trata de empezar hasta arriba para captar la atención y luego bajar el nivel, por supuesto que la idea será mantener cierta calidad en lo escrito y contado, pero tenía mucha ilusión de iniciar con algo mágico. Dalya, cuyo blog se puede visitar haciendo click en el enlace que se encuentra a la derecha de este texto, escribe maravillosa y mágicamente. Te engancha y te provoca siempre estar visitándolo para ver si ya escribió algo nuevo. Y por qué negarlo, ser leído es probablemente uno de mis más vehementes deseos...Así que dada mi referencia inicial al blog, quería hacerlo bien. Fue la misma Dalya la que echó a andar la marcha de mis ideas, cuando me preguntó ¿Qué soñaste ayer?

Entonces me acordé de Margarita Castilla, alguien con quien soñé recientemente. Nos conocimos en La Rochelle, Francia, el 18 de noviembre de 2000 (día de mi cumpleaños). La noche anterior, después de estar deprimido y homesick, había salido a echar unos tragos con mis colombianas consentidas, de tal suerte que el día siguiente NADIE estaba despierto ni conmigo. Mi primer cumpleaños sólo. Así que me salí a caminar por las calles de La Rochelle, que es una ciudad hermosa, y, por ahí por la mairie, ví a dos paisanas.

¿Qué será eso que tenemos los mexicanos, que nos reconocemos a kilómetros de distancia? No sabría explicar por qué, pero en cuanto las ví supe que eran mexicanas. Me acerqué a ellas, y así, sin más ni más les pregunté:
- ¿Son mexicanas verdad?
Después de dos o tres horas de miradas de sorpresa, las dos contestaron que sí. Les pedí un abrazo de felicitación, que estuvo lejos de ser algo vergonzoso o patético, pues fue sincero y en nombre de mi gente que estaba lejos, un buen detalle. Se quedaron conmigo por el día, y pude enseñarles aquélla, mi ciudad, mis lugares, y todos los espacios, monumentos y rincones que de ella poseí. Les conté lo feliz que era allí, comimos un kebab delicioso y baratísimo, que hacían mis amigos turcos. Y así fue como descubrí que, Margarita iba a estudiar, igual que yo, en el ITAM.

Aquí empieza el punto del tiempo, porque aquel día, disfrutamos como nunca, celebramos mi cumpleaños, comimos, corrimos, cruzamos puentes, nos reímos y sacamos fotos, porque sabíamos que el día terminaría, y ellas habrían de regresar a Poitiers. Sabíamos también, que volveríamos a vernos aquel 'día de bienvenida' en el auditorio del ITAM.

En mi sueño, estaba yo feliz, frente a un pánel de maestros que quiero mucho (y que entre sí, no tienen mucho en común en cuanto a las materias que dan, pero sí en cuanto a su calidad como personas). Era el gran día: mi examen profesional, y entre otras personas, Margarita estaba allí. Me acuerdo muy bien cómo decía que en toda la carrera nunca habíamos ido a ningún lado, ni tomado café, ni nada...
Y eso es hasta la fecha cierto, solamente nos encontramos, nos saludamos, 'Hola' 'A clase?' 'Cuídate' y seguimos caminando...No más...Y así pasa con todas las cosas de la vida que damos por sentadas. Cuántas Margaritas Castilla - relevantes, fascinantes, grandes compañías potenciales -, dejaré de lado cada día a mi despistado paso...Igual se me fueron muchos amigos del ITAM, que en su momento dí por sentados...

Y tampoco hemos de irnos a los extremos, ha habido siempre mucha gente, que ya te lleva consigo, y que por supuesto llevas contigo, sin necesidad de estarse viendo constantemente. Se me viene a la mente Elisa Félix, única, auténtica, transparente, e indudablemente una de las personas más maravillosas que conocí en la carrera. Y no nos vemos casi nada. Pero no me queda duda de que me recuerda como yo a ella, y no me sorprendería encontrarme en unos años emborrachándome con ella, o viajando, o comiendo una vez a la semana. Y seguro estará en mi examen profesional, lo firmo.

Si algo aprendí en La Rochelle, es que el tiempo corre imparable en todas las relaciones y situaciones de la vida, y las más de las veces no sabemos cuándo alguna persona o etapa en nuestra vida está por morir. No olvido nunca los paseos por el viejo puerto con Macle (una de mis colombianas), un fondue en el barco de un sueco, Magnus, hecho por Michi y Simone, mis amigos suizos, o mis caminatas solitarias, que hacía con la mayor intensidad y pasión: sentía cómo mis pasos perforaban el suelo, y cómo el viento (inclementemente abundante y omnipresente en esa ciudad) se detenía siempre al cruzarse conmigo, respetando mi felicidad con fecha de caducidad. Y sabíamos que había que disfrutarnos porque llegaría el día en que no nos veríamos más. Aún así, fue triste la despedida.

Desgraciadamente, la vida no es así. Raras veces sabemos la fecha de caducidad de algo...por eso dejamos las cosas pendientes, hasta que caducan, y entonces el dolor nos tritura. Cómo quisiera saber cuánto me queda de amigos, para saber si me quedo a estudiar los sábados, o me voy con ellos a chupar hasta que nos dé el día... Por eso nunca hay que arriesgarse, y hay que comerse todo lo que te sirven en la mesa, aunque de repente no haya tanta hambre: preferible quedarse con esa feliz indigestión, que con la insabora insatisfacción de no haber tocado una apetitosa oportunidad. Y creo, esa es una de las mayores enseñanzas que alguna vez encontré...

La próxima vez que me encuentre a Margarita, voy a ponerle mucha atención, a frenarme en seco, a dedicarle el tiempo que merece, a invitarle un café o lo que ella quiera, y a procurar que las cosas se den de tal manera que esté conmigo, el día de mi examen profesional, hablando de lo bien que la pasamos cuando nos vimos los últimos semestres (seguramente estaré contando por aquí qué tal fue todo). Increíblemente, Margarita Castilla representa una buena experiencia que terminó aquel 18 de noviembre en Francia, pero que resucitó en México, desde hace casi 5 años, y que irónicamente no he vuelto a aprovechar...hasta ahora que me ha visitado en sueños.

Después de todo, el gran día, mi graduación, esa fecha aún sin determinar, que ocurrirá entre mayo y octubre de 2006, en cuanto tome forma se hará otra fecha de caducidad. Qué bueno que estoy a tiempo de comérmela toda entera...

Qué buen botón presionó Dalya, cuando me preguntó mis sueños. Como siempre...Otra visión mía del tiempo, lo leído y lo escrito, y de cómo puede combatirse el paso efímero de las horas a través del escribir, se llama Calma.

domingo, 4 de septiembre de 2005

Empezamos...

Esta historia, que aunque fragmentada, al final será una sóla, empieza hoy 4 de septiembre de 2005 y aquí, en mi computadora de siempre, a invitación de la siempre sorprendente Dalya Salinas...Como todo lo nuevo, huele y se siente delicioso, en especial por la oportunidad esta que te da el blog de compartir, de hablar, de comunicarse...Así que he aquí las semillas de los buenos deseos, a ver si germinan y nos traen buenos árboles de inspiración y buenos ratos...