martes, 6 de septiembre de 2005

Transmitiendo vidas...

Soy un muerto yo mismo...Morí el pasado once de noviembre a las cinco de la tarde, y la mitad de mí sigue sin estar, y nunca estará. Soy una especia de medio-hombre, y solamente quien ha perdido a un gran amor sabe que no es un decir, y que no estoy exagerando. Perdí al amor más grande, profundo y sabio que he conocido, y es verdad que pesa la vida.

Por supuesto que es difícil, y da mucho más miedo que la muerte, pero, de momento, hemos de acostumbrarnos al estuche en el que estamos. La vida pelea por salir por todos los rincones, poderosa y fuerte; golpea todas las superficies como un martillo, y se impregna en ella, siempre emerge de entre la muerte. Me acuerdo aquella tarde de lluvia, que casi va a hacer un año, cuando ya mi abuela sufría mucho, y yo sabía perfectamente que se me estaba yendo media vida después de trabajar. Manejando, camino al hospital de Gabriel Mancera y Xola, donde hay una vuelta inclemente, con un tráfico horrible. Mi estado de ánimo era negro como el carbón, estaba físicamente agotado, literalmente el agua de lluvia no me dejaba ver nada, y todo era gris, triste, trágico. Entre ese caos, la ventana de mi coche me ofreció una visión que nunca se me va a olvidar: era una niña pequeña, de unos 4 o 5 años, con dos coletitas de pelo y las manos pegadas a la ventana, sonriéndome francamente. A través de esa sonrisa que habló tanto, y abrazó tanto mi espíritu, supe que la vida se aferraba a mí, que seguiría golpeando hasta reventar los cristales del coche y tocarme...Supe que hemos de vivir, y que hemos de dejar un legado siempre...

He seguido sintiéndome atrapado, mi espíritu también quiere salir de mi cuerpo, literalmente lo siento. Pero no es porque la vida no sonría, sino es porque muero por ir a reunirme con mi abuela. Su ejemplo es mi respuesta a la claustrofobia, y lo comparto Dalya, especialmente hoy contigo. La extraño, y sé que durante su vida ella sintió esa angustia muchas veces, y más que nadie en este mundo sé que nunca se quejó, siguió caminando, y hasta el último momento de su vida (del que el único testigo soy yo), acabó peleando, luchando, como una ganadora, y por eso fue tan grande y hermosa. Por eso vive en mí y vivirá siempre en todas las personas a las que yo pueda transmitir algo bueno, aunque no sepan que es mi abuela la que está en ellos. Y así, ella, junto conmigo, se vuelve eterna, y antes de existir existía, como yo y mi descendencia.

Me enteré que Martita, la secretaria del Centro de Lenguas del ITAM, tiene un hermano a quien le tienen que hacer una operación a corazón abierto, y necesita 11 donadores (mándenme un e-mail si quieren donar sangre, yo les paso los datos precisos). Y dado lo que cuento hoy, nadie me cuenta –después de tres meses de agonía en el Seguro Social- lo que es no tener apoyo real de nadie cuando tu vida se te va... Se puede donar en cualquier hospital del Seguro, y el más cerca para mí era la Clínica 28 de Gabriel Mancera. Me helé cuando me remitieron al Hospital Regional 1, ubicado en las calles de...Gabriel Mancera y Xola...Y seguí caminando, como mi abuela, hasta allí.

Los recuerdos fueron insoportables los primeros momentos. Los policías, que siempre fueron tan amables, me reconocieron y a mí me dio gusto...Pero en serio hube de controlarme mucho para no chillar al subir las escaleras, ver los pasillos, recordar aquella agonía...y finalmente pasé a donar sangre (proceso también merecedor de un blog, fascinante...). En fin, la verdad, después de enojarme por todas las contradicciones en el procedimiento del Seguro para pedir la donación, se me quitó un poco el pesar.
Me pincharon en el lado izquierdo, y la sangre no salió. Mal recuerdo de cuando a mi abuela no le encontraban las venas y la lastimaban mucho. Me pincharon el brazo derecho, me rompieron demasiados vasos, y entre todo ese trance de regreso al hospital, el pinchazo me dolió...hasta el alma. Y al oír el bip bip de mi celular, respiré: por fin tendría algo en que pensar y no mirar al tubo de plástico con mi sangre rojiza-morada: Era Paulina Ramírez, la mejor amiga de mi hermana, y una gran amiga para mí también, compañera de vida y cómplice de aficiones, que me escribía un SMS, para decirme que el bebé que espera para diciembre es una niña. Y hoy, una vez más, la vida se coló implacable, a través de la aguja clavada a mis venas, en mi vida y me golpeó –afortunadamente- con fuerza. Ahí, en ese edificio donde conocí la muerte, la vida me regaló la hermosa noticia de una sobrina, que viene pronto a la vida, bienvenida sea...

La vida es difícil, pero fuerte... Me decía mi cuñada Mady, que su abuelo es una estrella, y estaba muy convencida. Como sigo viviendo, lo creo sin duda, estoy seguro de ello. La misma que me dio la vida, también me dio la muerte....y la vida. Y así sigo caminando. Y soy un medio-hombre muy vivo, curándome con estas letras también...
Mi sentir sobre aquél tristísimo día, se recoge en
A mi Abuela.

Wow, this blog was beautiful...at least for me to write...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Je solo puedo darte las gracias por ser la persona que eres, por ser el amigo, hermano , hijo , nieto y demas que eres.

te mereces toda la dicha del mundo, ser feliz y sobre todo ser lo que eres hoy.

te quiero mucho y no sabes cuanto y en verdad muchas gracias por dedicarnos este espacio.

que Dios te bendiga y que juntos por mucho tiempo más.

Dlx dijo...

Qué interesante...

si fuésemos estrellas, tardaríamos millones de años luz en desaparecer del firmamento después de morir.

Por eso es hermoso pensar que los muertos son estrellas... porque aunque se mueren, no dejan de existir.

Buenísimo tu post. See ya!

Anónimo dijo...

Quieres ser leído, yoy a cumplí.

Muradás.

Anónimo dijo...

Impactante, fascinante...los sentimientos que provoca, sentimientos encontrados: triste y al mismo tiempo alegre; amargo y al mismo tiempo dulce, doloroso pero placentero. Una soledad llena de vida

JC dijo...

Neta qué sorpresa, muchas gracias Muradás, sé que no te encanta leer estas cosas y la verdad es que no me esperaba tu comment y lo aprecio mucho, en serio.

Y, wooow, María Kiliakova, qué hermosas palabras, tú porque me quieres honey, muchisísimas gracias por lo que dices!Acabas de elevar mis niveles de serotonina...

En verdad les agradezco mucho, sigan regresando!

Anónimo dijo...

Para mi que no soy muy conocedor, pero que si he leido un poco me doy cuenta que si tienes ese algo que los escritores tienen para transmitir su sentimiento justo como lo estan sintiendo, y eso no cualquiera. Un saludo, un abrazo y un consejo Chingale a la escuela para que te dediques al arte

Anónimo dijo...

No seas huevon, ya escribe algo nuevo.
Muradás