lunes, 5 de septiembre de 2005

Fecha de Caducidad: Desconocida

No tenía idea de cómo empezar este blog.
Ya se sabe que no se trata de empezar hasta arriba para captar la atención y luego bajar el nivel, por supuesto que la idea será mantener cierta calidad en lo escrito y contado, pero tenía mucha ilusión de iniciar con algo mágico. Dalya, cuyo blog se puede visitar haciendo click en el enlace que se encuentra a la derecha de este texto, escribe maravillosa y mágicamente. Te engancha y te provoca siempre estar visitándolo para ver si ya escribió algo nuevo. Y por qué negarlo, ser leído es probablemente uno de mis más vehementes deseos...Así que dada mi referencia inicial al blog, quería hacerlo bien. Fue la misma Dalya la que echó a andar la marcha de mis ideas, cuando me preguntó ¿Qué soñaste ayer?

Entonces me acordé de Margarita Castilla, alguien con quien soñé recientemente. Nos conocimos en La Rochelle, Francia, el 18 de noviembre de 2000 (día de mi cumpleaños). La noche anterior, después de estar deprimido y homesick, había salido a echar unos tragos con mis colombianas consentidas, de tal suerte que el día siguiente NADIE estaba despierto ni conmigo. Mi primer cumpleaños sólo. Así que me salí a caminar por las calles de La Rochelle, que es una ciudad hermosa, y, por ahí por la mairie, ví a dos paisanas.

¿Qué será eso que tenemos los mexicanos, que nos reconocemos a kilómetros de distancia? No sabría explicar por qué, pero en cuanto las ví supe que eran mexicanas. Me acerqué a ellas, y así, sin más ni más les pregunté:
- ¿Son mexicanas verdad?
Después de dos o tres horas de miradas de sorpresa, las dos contestaron que sí. Les pedí un abrazo de felicitación, que estuvo lejos de ser algo vergonzoso o patético, pues fue sincero y en nombre de mi gente que estaba lejos, un buen detalle. Se quedaron conmigo por el día, y pude enseñarles aquélla, mi ciudad, mis lugares, y todos los espacios, monumentos y rincones que de ella poseí. Les conté lo feliz que era allí, comimos un kebab delicioso y baratísimo, que hacían mis amigos turcos. Y así fue como descubrí que, Margarita iba a estudiar, igual que yo, en el ITAM.

Aquí empieza el punto del tiempo, porque aquel día, disfrutamos como nunca, celebramos mi cumpleaños, comimos, corrimos, cruzamos puentes, nos reímos y sacamos fotos, porque sabíamos que el día terminaría, y ellas habrían de regresar a Poitiers. Sabíamos también, que volveríamos a vernos aquel 'día de bienvenida' en el auditorio del ITAM.

En mi sueño, estaba yo feliz, frente a un pánel de maestros que quiero mucho (y que entre sí, no tienen mucho en común en cuanto a las materias que dan, pero sí en cuanto a su calidad como personas). Era el gran día: mi examen profesional, y entre otras personas, Margarita estaba allí. Me acuerdo muy bien cómo decía que en toda la carrera nunca habíamos ido a ningún lado, ni tomado café, ni nada...
Y eso es hasta la fecha cierto, solamente nos encontramos, nos saludamos, 'Hola' 'A clase?' 'Cuídate' y seguimos caminando...No más...Y así pasa con todas las cosas de la vida que damos por sentadas. Cuántas Margaritas Castilla - relevantes, fascinantes, grandes compañías potenciales -, dejaré de lado cada día a mi despistado paso...Igual se me fueron muchos amigos del ITAM, que en su momento dí por sentados...

Y tampoco hemos de irnos a los extremos, ha habido siempre mucha gente, que ya te lleva consigo, y que por supuesto llevas contigo, sin necesidad de estarse viendo constantemente. Se me viene a la mente Elisa Félix, única, auténtica, transparente, e indudablemente una de las personas más maravillosas que conocí en la carrera. Y no nos vemos casi nada. Pero no me queda duda de que me recuerda como yo a ella, y no me sorprendería encontrarme en unos años emborrachándome con ella, o viajando, o comiendo una vez a la semana. Y seguro estará en mi examen profesional, lo firmo.

Si algo aprendí en La Rochelle, es que el tiempo corre imparable en todas las relaciones y situaciones de la vida, y las más de las veces no sabemos cuándo alguna persona o etapa en nuestra vida está por morir. No olvido nunca los paseos por el viejo puerto con Macle (una de mis colombianas), un fondue en el barco de un sueco, Magnus, hecho por Michi y Simone, mis amigos suizos, o mis caminatas solitarias, que hacía con la mayor intensidad y pasión: sentía cómo mis pasos perforaban el suelo, y cómo el viento (inclementemente abundante y omnipresente en esa ciudad) se detenía siempre al cruzarse conmigo, respetando mi felicidad con fecha de caducidad. Y sabíamos que había que disfrutarnos porque llegaría el día en que no nos veríamos más. Aún así, fue triste la despedida.

Desgraciadamente, la vida no es así. Raras veces sabemos la fecha de caducidad de algo...por eso dejamos las cosas pendientes, hasta que caducan, y entonces el dolor nos tritura. Cómo quisiera saber cuánto me queda de amigos, para saber si me quedo a estudiar los sábados, o me voy con ellos a chupar hasta que nos dé el día... Por eso nunca hay que arriesgarse, y hay que comerse todo lo que te sirven en la mesa, aunque de repente no haya tanta hambre: preferible quedarse con esa feliz indigestión, que con la insabora insatisfacción de no haber tocado una apetitosa oportunidad. Y creo, esa es una de las mayores enseñanzas que alguna vez encontré...

La próxima vez que me encuentre a Margarita, voy a ponerle mucha atención, a frenarme en seco, a dedicarle el tiempo que merece, a invitarle un café o lo que ella quiera, y a procurar que las cosas se den de tal manera que esté conmigo, el día de mi examen profesional, hablando de lo bien que la pasamos cuando nos vimos los últimos semestres (seguramente estaré contando por aquí qué tal fue todo). Increíblemente, Margarita Castilla representa una buena experiencia que terminó aquel 18 de noviembre en Francia, pero que resucitó en México, desde hace casi 5 años, y que irónicamente no he vuelto a aprovechar...hasta ahora que me ha visitado en sueños.

Después de todo, el gran día, mi graduación, esa fecha aún sin determinar, que ocurrirá entre mayo y octubre de 2006, en cuanto tome forma se hará otra fecha de caducidad. Qué bueno que estoy a tiempo de comérmela toda entera...

Qué buen botón presionó Dalya, cuando me preguntó mis sueños. Como siempre...Otra visión mía del tiempo, lo leído y lo escrito, y de cómo puede combatirse el paso efímero de las horas a través del escribir, se llama Calma.

1 comentario:

Dlx dijo...

sip...

"I should've stopped to think - I should've made the time
I could've had that drink - I could've talked a while
I would've done it right - I would've moved us on
But I didn't - now it's all too late
It's over... over
And you're gone..

I miss you I miss you I miss you
I miss you I miss you I miss you so much
"

La mejor manera de aprovechar el tiempo es recordar que éste pasa.
Pasa... pasan las penas, pasan las risas, pasan las experiencias, pasan las ocupaciones...

Lo único que no pasa es el recuerdo. Parece ser el único lugar donde el tiempo no puede arrasar tan fácilmente.

Qué dolor quedarte con las ganas de abrazar, de platicar, de querer a una persona... porque esas ganas se quedarán en tu recuerdo... y ese dolor no pasará.

Por experiencia lo digo.

Qué confort, por el contrario, recordar cómo acudiste, cómo estuviste, cómo exprimiste al tiempo y le sacaste todo el jugo. Es una satisfacción trascendental.

Qué bueno que vas a ver a esta chava,
Qué bueno que te decidiste a hacer un blog,
Qué bueno que conseguiste cursar el verano,
Qué bueno que decidí renunciar a las vacaciones,
Qué bueno...

Porque los recuerdos se quedan: un baile en Mama Rumba, una exposición dedicada, una amistad que converge, una complicidad que apenas nace...

Tú también tienes tu link en Hipotaxis.

Beso!