¿Qué dije? Que no me iba, no? Bueno ps hoy no quiero decepcionar pero debo advertir que todo lo que siento ahora mismo ya ha sido dicho en el pasado por nada más y nada menos que Herr Martin Heidegger. Eso sí, me levanté muy filosófico (helloo, estoy mencionando a Heidegger en un post, miren miren qué pinche inteligente soy...). Digo igual ya habíamos descartado que estuviera aquí para hablar del hilo negro de las cosas... El caso es que estoy aquí como nos lo prometí con mis flamantes 26 años y dos días recién cumplidos. Quédense y les cuento.Heidegger, a quien la neta creo que admiro más que recuerdo su obra, definió - si no me equivoco - esto que vivo yo como una existencia impropia. Qué bárbaro, qué certero. Hoy hace una semana, se cocinaban en la parte de atrás de mi cerebro numerosos posts taaan increíbles al más puro estilo de los mejores best sellers de superación personal, encaminados a sublimar mi renuncia del lugar desde donde ahora mismo escribo.
Así es mis amados cinco lectores, la semana pasada ya estaba tomada la decisión de renunciar, de escapar de esta vida, de prometerme - al momento de la introspección propia del cumplir 26 tacos de edad - no volver a consentir situaciones rutinarias absurdas ni mucho menos pisoteos de dignidad típicos del país asiático de donde son mis jefes.
Y así (lo cuento rápido y paso a otro tema para que pase desapercibido, porque como que me da vergüenza),
segundos antes de mi renuncia, llega mi jefa y me anuncia - previo choro mareador bastante creíble - que me dará más dinero. Así que el muerto de hambre de mi ego oyó "reconocimiento, por fin!" y "more ca$h" y se encargó de estrangular a mi voz interior que tenía bien preparada mi elegante renuncia y también mis planes de una nueva vida como boxeador y masajista thai en la exótica isla de Koh Phangan, Tailandia (naturalmente).
Pasó pues el fin de semana de mi cumpleaños: de entrada la idea era no hacer nada y no gastar con vistas a un desempleo de unos cuantos meses, misma que con el aumento de sueldo se materializó en una precipitada y poco planeada reunión de domingo en la tarde en mi casa de la que salí borrachísimo. Cúlpese a Bacardi y a Jägermeister de mi muerte neuronal. No haré la broma esa sobre la maldición de la Perla Negra porque me dí cuenta que no hace gracia. Tampoco voy a usar citas de Octavio Paz para describir la manera desaforada en la que los mexicanos festejamos, pero sí, yo sí fui suicida cómo dice él en mi manera de celebrar y tuve cómplices (gracias a los que fueron, perdón a los que no les pude ni avisar, se les extrañó).
Por si alguien no lo sabe, aún vivo con mis padres. Ouch...y pensar en esos maravillosos bungalows tailandeses con vista al mar a tan sólo unas horas de Bangkok para mí solito. En fin, las condiciones macroeconómicas de mi país (haha, no tengo idea qué son pero suena bloggero), la suerte y la costumbre a la comodidad del hogar familiar impiden a la mayoría de los de mi generación idependizarse e irse a vivir a un loft amueblado y equipado con roof garden y esas madres. El caso es que a mis 26 recién cumplidos mis padres se indignaron con mis gritos de borracho. Aprovecho para defenderme: hacía dos años que no tenía celebración alguna, estaba en mi casa, y casi no había colados, o sea que cualquier daño a mi imagen ocasionado por la bebida está a salvo entre mi gente. Dicho de otra manera: ya parece que voy a quedarme con las ganas de beberme una cuba más o dos o tres: a vivir que son dos días.
Y eso nos devuelve a Heidegger. A "estoy aquí, en esta oficina que ni me gusta, con estos asiáticos y ahora qué hago!!!".Y sobre todo: volvemos a
"No estoy tragándome un Pad Thai con camarón en la arena de Koh Phangan al lado de una exótica y amigable nativa con su bra de cocos, que está sonriente acomodando la sombrilla pa' que no me queme el sol y muere por que le permita darme un masaje (thai) después de cada entrenamiento de boxeo (thai)". No estoy haciendo algo que me gusta. ¿Y luego?
Ich habe Angst.Viel Angst. Mucho miedo. Qué pasará... La angustia heideggeriana me invade. Mucho. Lo bueno es que, si entendí bien, es precisamente la crisis, la angustia, las ganas de romper la puerta de esta oficina; lo que te saca de la existencia impropia y te sube a un avión one-way con destino a Koh Phangan, donde los monjes budistas te esperan ya en el aeropuerto para llevarte en tuk-tuk a tu retiro de silencio y meditación, que borre de una vez por todas las vocerradas que descalzo y borracho pegabas el domingo mientras cumplías 26, quemándote irremediablemente ante la fina sociedad que abandonarás para convertirte en la primer estrella mexico-española de muai thai kick boxing.
Seguiremos informando.
Ah...mi Tailandia querida...