jueves, 7 de junio de 2007

Reforma es Universal

Se nos han cansado la boca y las manos de hablar de ella como ciudad, pero es que es una galaxia. Impregnada de contraste, la Ciudad de México permite viajar de un mundo a otro cruzando una calle. Y si se sabe tener contenta a la estatua de la Diana Cazadora - que es quien tiene los contactos -, puede uno visitar en calidad de protegé todos los planetas que giran en torno al soleado Ángel de la Independencia, en menos de un año.
Mandada construir especialmente para mí por el Emperador Maximiliano siglos antes, el Paseo de la Reforma es el escenario y formador de mis fines y mis principios: de mis eternas desazones cuando alguno de los factores en mi vida ha cambiado caeteris paribus.

Todo empezó justo hace un año, cuando trabajé en un call-center los últimos meses de mi carrera. Tantas veces patée Reforma para salir o encaminarme hacia justo el mismo edificio en el que mi padre había trabajado durante sus años dorados que de repente la noción de fin de semana y día festivo terminó: había que estar muchos sábados y domingos despierto a las seis para tomar el metrobús y llegar a las 7:00 de la mañana para arreglar a distancia las computadoras de migrantes, seres que han venido a este mundo a vivir en Estados Unidos mientras sostienen la economía de México y claro, para eso necesitan internet.
Con 29 minutos y 59 segundos para comer y 12’ 59’’ para tiempo libre (ir al baño, fumarse un cigarro...), uno se pasaba ocho horas seguidas partiéndose el lomo y compartiendo con gente distinta. Un planeta simple, colectivo, humilde, completamente daltónico a la clase social, agridulce, terroso, hippie, multi-multi. La heterogeneidad y el deseo de heterogeneidad prevalecía. Todos éramos de distintos colores. Era una celebración del respeto a la individualidad, y una hermandad. Todos seres de alguna manera o lado "betas", tan acostumbrados a la carencia o la tragedia que sonreíamos más de la cuenta y dejábamos – a veces por fortuna, a menudo por desgracia – las maneras, vestimentas y modales en último plano.
A decir verdad, a pesar de que amé y crecí casi cada segundo, siempre fui un alienígena en ese universo. Me hice amigo verdadero de pocos, cuate de muchísimos (éramos tantos), enemigo de unos tres o cuatro, pero nunca me sentí 100% en mi agua. Mi condición personal me permitía al mismo tiempo entender perfectamente y ser ajeno a las condiciones comunes de su gente.

Meses después, cruzando Reforma y un poco más hacia el norte, se levanta una oficina magníficamente equipada, con un ventanal enorme donde antes se sentaba un extranjero que come horrible y ahora se sienta mi gran amiga Priscilla; y yo. Aquí cada mañana una tarjeta electrónica me da acceso al piso ocho del estacionamiento donde hay un lugar para mí. El fin de semana ha regresado a mi vida: y entre semana todo es festivo, pues de 9:00 a 6:00, con horita y media para comer y un tolerado exceso de pausas para fumar, lavarse los dientes, bajar por una cajetilla o algo de comer a la calle, ver vídeos, chatear o lo que sea unas cinco o seis veces por hora; el trabajo – unas cuantas llamadas y unos informes – sale pronto.
La noción que ha desaparecido es la de reto y la de cansancio. Un planeta fácil, individualista, prestigioso, elitista, dulce, airoso, despreocupado, amplio, clasificante. La homogeneidad y el deseo de homogeneidad prevalece. Todos vestimos de traje y corbata mientras hablamos de cifras y leemos los periódicos para estar enterados y somos corteses con los clientes al teléfono como los graduados de buena escuela que hemos de ser. Aquí, las maneras, vestimentas y modales están en primer plano.
Y honestamente, a pesar de que hay muchos aspectos – como la gran suerte de trabajar y estar de broma todo el día con tres grandísimos amigos y claro, el cheque quincenal – que me encantan, aquí también me siento un completo extraterrestre incapaz de adaptarse perfectamente a este mundo. Mi condición personal me permite al mismo tiempo entender perfectamente y ser completamente ajeno a las condiciones comunes de la gente que aquí trabaja.

Si mis compas del call-center supieran dónde, y cómo trabajo por el sueldo que recibo; seguramente pensarían que tal cosa no existe así, y lo mismo con mis amigos de la oficina.

Así, la Diana y yo nos entendemos tan bien porque somos astronautas que no pertenecen a ningún mundo, destinados a vagar por la galaxia más contaminada de la Tierra: la Ciudad de México. Somos los que tienen el privilegio de poder cambiarse a la acera de enfrente si la situación lo amerita porque son de ambos lados de la calle, y reírse de sí mismos cuando intentan reírse de los opuestos, porque hemos sido unos y otros en una misma existencia. O todo lo contrario. Somos personas con atributos externos lo suficientemente flexibles como para pararse un rato en universos que no están ni enterados de la existencia del otro. Y vice-versa. Somos privilegiados por poder tener acceso a puertas de paisajes distintos y mirarlos perteneciendo sólo momentáneamente.

Y nuestro gran problema es que, como testigos y observadores, sabemos - en carne propia - que ni los de aquí ni los de allá se sienten verdaderamente felices.

5 comentarios:

Enrique R dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Enrique R dijo...

¡SUBLIME!

Anónimo dijo...

llevo varios días debatiendo sobre que comentar!

no sé si te ha pasado que lees algo MUY bueno, como este post, y te encantaría comentar algo igual de bueno para q vaya con el tenor del gran post, pero no sabes qué!

bueno eso me pasa aquí ... lo leo, me gusta mucho, lo vulevo a leer, me vuelve a encantar y así llevo días ... pero mi mente sigue en blanco!

Nessa Yávëtil dijo...

Cuando estaba en el Centro de Cómputo del ITAM trabajaba con gente que se había salido de la escuela y trabajaba para IOSSA, gente que hacía 3 horas al trabajo todos los días en camión... y gente con la que se podía platicar sobre la realidad del país, sobre sueños, aspiraciones, libros y muchas otras cosas. Me sentía a gusto, pero no me sentía parte de.
Cuando entré a trabajar formalmente, tenía muchas expectativas: uuuuuuhhhhhh, gente universitaria, gente con ideales, seguramente con causas sociales (según yo los universitarios somos idealistas y aún pensamos que podemos aportar algo al mundo y todo puede cambiar, etc, etc.), gente que ha tenido oportunidades que otros no han tenido y por ello saben que ellos son los que (en parte) pueden hacer el cambio por todos los que no han tenido oportunidades... Ya sabes... ¡Gran decepción! A la gente no le interesa conocer quién eres realmente y probablemente olviden tu nombre. Para este mundo no hay nada más que el modelo y año de tu coche y de qué marca es tu ropa. Honestamente no he encontrado una sola persona con la cual me sienta realmente a gusto como para mostrarme TOTALMENTE (excepto una que, curiosamente es del ITAM), sin pensar si es correcto o no es correcto decir algo, si la otra persona realmente valorará que le confíes algún pensamiento-idea-temor-etc de tu REAL Y TOTAL ser, o se le resbalará y no lo tomará en cuenta o se burlará de ti, o no le interesará, o... He aprendido que hay que ser reservado, que no todos tienen IDEAS en la cabeza y que tengo que dejar de esperar cosas en la gente. ¡Oh gran decepción! Podría seguir escribiendo al respecto, pero la cosa es que tampoco me siento parte de ahí.

JC dijo...

Veramente...

GRAZIE A TUTTI!!!