sábado, 10 de octubre de 2009

Meet Selena Gómez

Porque si no la conoces, es que estás envejeciendo. Porque su nombre resuena en todos los rincones del planeta y ya va siendo hora de que los mexicanos reconozcamos a los personajes que dan una imagen positiva de nosotros en el mundo (léase Alfredo Quiñones, Elsa Ávila, José Hernández, Alondra de la Parra o Patricia Guerra; por mencionar unos pocos). Porque al ser una superestrella de Disney, el ámbito en que nos representa (la farándula, las series infantiles, el pop) es frecuentemente menospreciado y rezagado en nuestras conversaciones cotidianas pero al fin y al cabo es el más mediatizado a nivel global.
Compañera de la nueva reina de los tabloides norteamericanos Miley Cyrus (con quien dicho sea de paso contrasta por llevar hasta el momento una imagen pública sana y libre de escándalos), Selena es de facciones típicamente mexicanas y forma parte de la nueva generación de latinos ultrafamosos que interpretan papeles protagónicos. De hecho, con tan sólo diecisiete años ya es considerada el tercer ícono femenino de origen mexicano más popular en la industria norteamericana del entretenimiento, precedida solamente por Salma Hayek (de quien se confiesa ferviente admiradora) y Eva Longoria.
De padre mexicano, nacida en Nueva York y criada en Texas, Selena Gómez ha declarado sentir un profundo orgullo por su herencia mexicana, hablar un español básico y adorar los tamales. Es protagonista de la nueva película de Disney Wizards of Waverly y su disco Kiss & Tell ha debutado en la posición #9 de Billboard y en el #2 de iTunes. Es además la embajadora de UNICEF más joven en haber viajado recientemente a Ghana África para captar la atención de los medios internacionales y crear conciencia sobre los programas de esta organización.
Así, esta extraordinaria chicana que seguramente dará mucho de qué hablar es una suma de elementos completamente adorables: talento, encanto y frescura, que la convierten el modelo a seguir ideal no sólo para las adolescentes mexico-americanas, sino para las de todo el mundo.


viernes, 2 de octubre de 2009

En Tamaulipas está el Cielo

Ese México maltrecho y corrupto contra el que estamos peleando parece estar aún muy lejos de tocar las sagradas tierras de Tamaulipas. Desde la tranquila sombra de los rincones tamaulipecos y en la mirada noble de sus habitantes, sólo se vislumbra ese país encantador, sosegado, seguro y cortés de hace décadas.
Se dice que hay tres Méxicos - el norte, el centro y el sur - y quizá sea cierto.
Personalmente, creo que vale la pena emprender el largo viaje hasta arriba del mapa mexicano (después de todo, es un trayecto contra el tiempo hasta los años dorados) para rendirse ante la sorprendente belleza de Tamaulipas: no me importaría retirarme de viejo a vivir entre las hirvientes calles de Ciudad Victoria.
Y es que en Tamaulipas está el Cielo. Literalmente. Estereotípicamente, el norte de México está asociado con calor, desierto, sombreros y botas. Es por eso que la respiración se corta ante la exhuberante vegetación que acaricia la vista ni bien entra uno al estado. La reserva de la biósfera "El Cielo", ubicada en Gómez Farías, es uno de los secretos más celosamente guardados del mundo: un inolvidable banquete de flora, fauna, ríos y cascadas.
Pero lo mejor de Tamaulipas, también en mi opinión personal, es su gente y su gastronomía.
El tamaulipeco en general es vasto, alegre y hospitalario. Esa cultura del honor y el respeto, ahora tan ausente en nuestra metrópoli, allá sobra en el ambiente. Esa cautivadora cortesía que nos hace célebres a los mexicanos es todavía la regla en ese lugar tan limpio. A través de ese acento norteño cantado, la gente está acostumbrada a entregar el corazón al visitante. Fue en Tamaulipas donde me conmoví al reencontrar costumbres que conocí de niño y que extravié por vivir en una gran ciudad - deshumanizada y deshumanizante - como la mía: tomar la fresca con la puerta abierta (Así, sin miedo). Compartir y pistear a toda hora (Así, sin miedo). Pedir primero y pagar después, porque el vendedor no tiene miedo de que uno se largue sin pagar. Pequeños detalles que no pueden más que enamorar a cualquier hombre de mundo. Además - todo hay que decirlo -, es tierra de mujeres espectacularmente bellas.
Qué decir de la comida típica. Las gorditas (mis absolutas favoritas), famosas y célebres en Victoria gracias a una tal Doña Tota. Una exquisitez. Fue en esa ciudad, en la que habita el sorprendente museo Tamux (que por cierto, debería tener un programa en forma de exposiciones itinerantes), donde probé las mejores tortillas de harina, la mejor carne y los mejores langostinos de toda mi vida. Ah, y la tarta de mango... En resumen: para visitar Tamaulipas, hay que anticiparse a bajar unos 10 kilos, y prepararse para que los botones de la camisa se revienten de felicidad.
De su gobierno no me toca a mí hablar. Sólo comentar que siempre es una pena ver cómo la belleza es saqueada. En el caso de este estado - tan rico e inagotable que por lo mismo permite un saqueo más voraz -, es todavía más lamentable.
Si tú no has visitado Tamaulipas, te has perdido una hermosa parte del buen México. Cuando llegues, ten precaución: tu corazón podría quedarse allí clavado.
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