domingo, 12 de abril de 2009

Gran Torino

Hace ya más de un año pasé amargos meses preguntándome por qué coño no había volteado de cabeza el escritorio de mi jefa coreana antes de irme para preguntarle cuál fue la razón por la que nunca vio en mí al jefe de jefes que llevo dentro.
Gasté preciosos tiempos creando teorías, infiriendo que quizás la gruesa capa de gggrasa que entonces cubría mi hoy serrano cuerpo fue lo que le impidió a la asiática vislumbrar mi interior y por eso me tuve que salir por piernas hacia los brazos de una empresa sueca que sí sabe lo mucho que chambeo, porque otra cosa que pudiera haber fallado seguro no era. No quería saber nada de Asia y, como los quemados, moría de puritito ardor.
Así que no voy a negar que hoy, ante la propuesta de ir a ver la nueva peli de Clint Eastwood, en la que este viejito le parte la madre a un par de asiáticos pensé que sería divertido. Si un día me encuentro a Clint y él aún es capaz de entender lo que le digo, le reclamaré por hacerme chillar tantas veces. Véase "Million Dollar Baby". Y más aún, no deje de ver "Gran Torino", caja de
Kleenex en mano.
Siendo el tiempo el auténtico remedio casero para todo, y habiendo salido conmovido de esta gran obra, me nace actualizarlos y ser muy honesto para que esté completa mi historia con los coreanos. Porque para estas fechas, la vida ha puesto las perspectivas en su justo lugar. He de reconocer que, si mi asiática jefa me hubiera ascendido, seguramente seguiría allí en la embajada: gordo, malcogido, trajeado, harto e infeliz. Es ella a quien tengo que agradecerle que no me vislumbró para quedarme ahí y me cerró la puerta que me empujó hacia la satisfactoria y feliz vida que sigo llevando ahora.
Resulta que el pasado febrero, el día de 2009 en el que tuve ante mí una maravillosa sala repleta de periodistas, junto a mis dos güerísimos jefes suecos al lado, en la cumbre de mis días - 16 kilos menos enfundado en un traje
a la Clive Owen-, fue justo mi ex-jefa coreana quien por NO-casualidad se asomó en la puerta en ese preciso momento. Las coincidencias no existen.
Y entonces ahí, en ese instante de plenitud, no pude contener el gusto de volverla a ver, abrazarla y darle un gran beso, con gratitud. A ella, a quien tantas noches aborrecí . ¿Dónde fue todo ese rencor del año pasado? No lo sé, pero honestamente no estaba ya dentro de mí. El momento que tanto soñaba: restregarle en la cara a la jefa lo mucho que se había perdido al perderme, estaba ahí, mucho mejor de como lo imaginaba, sólo que ya no importaba. El resentimiento se había curado solito. Fue el momento más
David Lynch de mi vida.
A partir de entonces, no he hecho más que reconocer que - a pesar de los escupitajos - soy afortunado de haber tenido coreanos en mi vida.
Hace poco estaba
in the neighbourhood y, para visitar a mi amada Tere, regresé al lugar al que juré nunca volver: mi ex-oficina. Me reconocí entre esas paredes. Encontré al coreano con quien en su momento me tocó compartir espacios, y mi reacción instintiva fue ir a darle un gran abrazo. Claro está, resultó que olía un poquillo mucho a coreano y me aparté quizás muy pronto, pero con todo y eso, me alegré de verlo. Prueeeba superada.
Gran Torino, también llegó un poco tarde. Poderosamente fuerte y cruda, me hubiera hecho mucho bien en los momentos de frustración. Pero igual es una maravilla que haya llegado hoy. En ella, Eastwood (un monstruo de la actuación, como siempre, se sale y es magnífico) interpreta a un veterano de la guerra de ejem, Corea, que vive en un lugar lleno de migrantes, puerta a puerta con asiáticos. La historia aborda justo la paradoja de encontrar en pueblos y gentes distintas el afecto e identificación que a veces no puedes sentir con tus propios paisanos.
My cup of tea. Poco a poco, un amargado y malcogido Clint se involucra y aprende a leer las señales de la vida para irse encariñando con los asiáticos. Algo así como esto que me tocó a mí.
Cuando vayan a verla, preparen una visita a su
Asian Imbiss favorito, porque no van a resistir las ganas de ir por un buen plato de rollos primavera.
Creo que después de tanto Óscar y BAFTA y premio, uno aprende bien a categorizar las grandes películas de cada historia personal. Creo que en la vida real no siempre gana quien debería ganar, y que muchas películas - como en este caso Gran Torino, que sigue ahora mismo en cines y que recomiendo ampliamente (Atención a los diálogos entre el personaje de Clint y el barbero, agudos, graciosos, maravillosos) - lamentablemente quedan de repente en el olvido por no ser tan
mainstream o por no incluír a Megan Fox entre su cast.
Pues bien, en mi vida
la Academia soy yo mismo, así que desde ya declaro que Gran Torino está nominada este año para Mejor Película en los premios de mi vida y que Clint, tú sí.
Para mejor actor y director (por Gran Torino)

tú sí estás nominado.


1 comentario:

Galle de la Suerte dijo...

¿Cuándo será que me reconcilie así como mi Concubina?