domingo, 2 de agosto de 2009

Lo que mi tío dejó al morir

Hace poco más de un mes, sorpresiva y extrañamente, mi tío se murió en un hospital del Seguro Social. Demasiado pronto. Si bien era un hombre bastante gordito, a todos nos pasmó su repentina partida.
En la colonia Obrera, exactamente sobre el eje central Lázaro Cárdenas, se ubicaba la legendaria Discoteca Lux Men, un espacio que él ocupó hasta el final de sus días. Mi madre trabajó allí, vendiendo discos desde los 12 años. De entonces me llegan historias llenas de sinfonolas, vinil, tocadiscos y agujas de diamante. Tiempos de Javier Solís, Virginia López, César Costa...
En los '80, fue allí donde mi tío me vendió mi primer cassette: Kaoma. Fue él quien me consiguó también el de Caló y el de Ace of Base; y a mi hermana el primero de la Trevi. Lo último que recuerdo de él fue un magnífico chiste groserón que contó - todavía este año - en una comida familiar. Siempre riéndose.

Más que esos recuerdos, mi tío - con quien a decir verdad no llevaba una relación cercana ni contínua -, me dejó la herencia más abundante que he recibido en mi vida. El brutal impacto de su súbita muerte marca claramente una época de revaloración de la vida y reencuentro con la familia.

La semana pasada, por primera vez, salí de antro con mi papá, mi mamá y mi hermana. Jamás lo habíamos hecho. Todos teníamos miedo de no pasárnosla bien, no nos conocíamos en un ámbito así. Pero más que eso, todos teníamos terror de morir antes de haber disfrutado o haber sido disfrutados por los otros. Era urgente iniciar un acervo de recuerdos a los cuales asirse cuando el primero de nosotros muera. Fue probablemente la velada más feliz de mi vida, llena de amor, chupe, baile, canturreo, brindis y abrazos rodeado de las personas que más amo. Gracias tío Iquis.

Después de la universidad, dejé pasar tener un seguro de gastos médicos. Vale madres, estoy joven, decía. Lo mismo mi hermana y mi madre, quien durante años nos ha repetido el mantra de A mí cuando me enferme me llevan al Seguro. Está claro que la vida es tan frágil que escurre en segundos por entre los dedos. Estamos empezando a discutir seriamente cómo y dónde queremos ser enterrados; qué hacer ante una situación de hospitalización o partida. Algo que nunca hubiera llegado sin una llamada de atención. Gracias tío Iquis.

Cuando mi bisabuelo llegó a México desde el Líbano, engendró una prole amplísima de muchos hermanos que vivieron siempre juntos. Una de ellas fue mi abuela quien, dicho sea de paso, amó mucho a mi tío siempre. Al crecer, tuve contacto con pocos primos. La única oportunidad que he tenido de ver a la mayoría es durante los velorios.
Fue horrible/hermoso reencontrarme con tíos, primos y familia ante un ataúd. Saludarnos con gusto pero entre lágrimas por las hijas y esposa que le sobreviven a mi tío Iquis. Decir "mucho gusto" a familiares ante la preocupación por la madre de mi tío, que es mi comadre, ya muy mayor.
Hace unas tres semanas, recibí en mi casa para comer a los tíos y primos con quienes conviví de niño, así como no lo hacíamos en décadas. Gracias tío Iquis. Esa tarde, nació la iniciativa de una comida para reunirnos todos, que llegó por fin hoy. Conocí en persona a mucha gente de cuyos padres escuché historias fantásticas contadas por mi abuela. Prepararon kipe y tabule (o como se escriba), así como enseñó a preparar nuestro bisabuelo. Entre foto y foto, viví un momento
intensamente agridulce. Porque detrás de las caras de mis familiares, encontré a sus padres (mis tíos-abuelos), y encontré una vez más a mi amada abuela. Encontré a seres extraordinarios y entrañables a quienes extraño, que parecía que no estaban pero que hoy de algua manera abracé al abrazar a mis a primos y primas; comprobando que permanecen conmigo gracias a ellos aunque en el plano físico se hayan ido.
Pensé en todos ellos, los imaginé reunidos viéndonos, seguro hoy estuvieron contentos. Muchas Gracias tío Iquis.


1 comentario:

Venenice dijo...

De esos tragos amargos que nos engrandecen.
Lindo tu post