Mood: Chillando de alegría
Quiero que todos despierten y enciendan las luces y los televisores y las radios y se enteren. Quiero que todo el mundo se detenga a poner atención a la noticia que hoy me hizo despertar mucho más temprano de lo normal:
Después de ocho largos años, México ha ganado el oro en los juegos olímpicos.
Sé que hay otras muchas medallas doradas, pero esta en específico merece una atención especial porque la ganó un mexicano.
Y la diferencia entre un atleta mexicano y un atleta de un país desarrollado, es que los mexicanos no sólo no tienen apoyo, sino que tienen todo en contra. Tal es el caso de mi paisano, el michoacano Guillermo Pérez de 28 años, cuya familia estuvo haciendo colectas de barrio para llevarlo hasta Beijing 2008.
Y es que cuando uno de nosotros gana, gana contra toda expectativa, contra una mentalidad, contra el paso del tiempo, del viento, del movimiento de rotación... Cuando uno de nosotros gana - dadas las condiciones actuales - estamos hablando de un milagro. Y así fue hoy.
Los juegos olímpicos ponen de manifiesto los países que uno ama (he de decirlo, también celebré el triunfo de la República Dominicana en el segundo lugar de esta competencia. Supongo que también para ellos lo de hoy fue un plateado milagro).
Cuando Guillermo levantó los brazos ante el anuncio del triunfo y tomó la bandera, sentí que estaba ahí con él. Cuando subió al podio y ví su expresión de suprema emoción, de control del llanto en el momento más intenso de la existencia, yo no pude contener el mío. Y cuando escuché los primeros acordes de mi himno, tuve un momento genuino de felicidad. Quise abrazar a México: a ese país que merece a atletas como Pérez, aunque el gobierno no los apoye como merecen. Porque al fin y al cabo, México es grande. Canté con honor. Quise que me oyeran hasta China. Literal. Canté Mexicanos al grito de guerra... y disfruté la fuerza de la emoción, la pulsión de la alegría, la descarga de adrenalina, el sabor del oro.
Agradecí a la vida por este momento feliz. Quizá exageré.
En esos momentos en los que la emoción te vence, renace la esperanza y miras a todo México - por fin - triunfando. Necesité fuertemente comunicarme con mis paisanos. Lloré de orgullo. Recordé a mi amigo Jaik que también se ha destacado en taekwondo, y supe que no era el único en recordar a nuestra gente, a nuestro pueblo, por un momento ganando. El oro. Me acordé de la Galleta y de Militza, mis mexicanas en China, y supe que hoy no hay nada más perfecto que ser mexicano y estar allí.
En pantalla apareció - jamás la olvidaré - la medallita dorada, nuestra bandera, el nombre del nuevo héroe, y una leyenda: "Winner by superiority".
Sí: hoy tanto en Beijing como en mi corazón, México ganó por superioridad.
Después de ocho largos años, México ha ganado el oro en los juegos olímpicos.
Sé que hay otras muchas medallas doradas, pero esta en específico merece una atención especial porque la ganó un mexicano.
Y la diferencia entre un atleta mexicano y un atleta de un país desarrollado, es que los mexicanos no sólo no tienen apoyo, sino que tienen todo en contra. Tal es el caso de mi paisano, el michoacano Guillermo Pérez de 28 años, cuya familia estuvo haciendo colectas de barrio para llevarlo hasta Beijing 2008.
Y es que cuando uno de nosotros gana, gana contra toda expectativa, contra una mentalidad, contra el paso del tiempo, del viento, del movimiento de rotación... Cuando uno de nosotros gana - dadas las condiciones actuales - estamos hablando de un milagro. Y así fue hoy.
Los juegos olímpicos ponen de manifiesto los países que uno ama (he de decirlo, también celebré el triunfo de la República Dominicana en el segundo lugar de esta competencia. Supongo que también para ellos lo de hoy fue un plateado milagro).
Cuando Guillermo levantó los brazos ante el anuncio del triunfo y tomó la bandera, sentí que estaba ahí con él. Cuando subió al podio y ví su expresión de suprema emoción, de control del llanto en el momento más intenso de la existencia, yo no pude contener el mío. Y cuando escuché los primeros acordes de mi himno, tuve un momento genuino de felicidad. Quise abrazar a México: a ese país que merece a atletas como Pérez, aunque el gobierno no los apoye como merecen. Porque al fin y al cabo, México es grande. Canté con honor. Quise que me oyeran hasta China. Literal. Canté Mexicanos al grito de guerra... y disfruté la fuerza de la emoción, la pulsión de la alegría, la descarga de adrenalina, el sabor del oro.
Agradecí a la vida por este momento feliz. Quizá exageré.
En esos momentos en los que la emoción te vence, renace la esperanza y miras a todo México - por fin - triunfando. Necesité fuertemente comunicarme con mis paisanos. Lloré de orgullo. Recordé a mi amigo Jaik que también se ha destacado en taekwondo, y supe que no era el único en recordar a nuestra gente, a nuestro pueblo, por un momento ganando. El oro. Me acordé de la Galleta y de Militza, mis mexicanas en China, y supe que hoy no hay nada más perfecto que ser mexicano y estar allí.
En pantalla apareció - jamás la olvidaré - la medallita dorada, nuestra bandera, el nombre del nuevo héroe, y una leyenda: "Winner by superiority".
Sí: hoy tanto en Beijing como en mi corazón, México ganó por superioridad.
4 comentarios:
Yo también lloré
VIVA MEXICOOOOO
Jesuuuuuuus, gracias por acordarte de mí :D
Yo lloré y lloré de emoción... tengo pendiente un post sobre el héroe caído chino y nuestro nuevo héroe mexicano.
Cómo me gusta cuando le va bien a los mexicanos luchones.
Beso grande grande.
Coincido contigo. Fue muy emotivo. Se me puso la piel "chinita". Fue una gran felicidad. Un gran momento.
Hoy ganamos otra medalla de oro, también en Taekwondo con Ma. del Rosario. Me encantó cómo se emocionó. Mostró una autenticidad única no?
JESUS,
DESDE ESPAÑA TAMBIEN SE COMPARTE VUESTRA ALEGRIA .
SABES QUE AQUI TAMBIEN SUENA DE TODO CORAZON:
¡VIVA MEXICO!
BESOS
ZARAGOZA-ESPAÑA-
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