Despierto con sed. Pero no sed de agua. Siento la madera del suelo crujiendo de frío. Mientras mi computadora se inicializa, me siento igual que un heroinómano sin paciencia que acaba de romper la jeringa de la desesperación de procurarse lo antes posible el toque que lo esclaviza. Como una bestia, me concentro en adaptar mi pupila a la luz de la mañana y no perder ni una milésima de segundo en localizar justo lo que quiero en pantalla. Aparece el símbolo de play. Respiro aliviado. Click...
Frunzo el ceño en un arrebato violento al oír los primeros acordes, si alguien me viera inhalando tanto aire en una especie de suspiro extático, apretando los párpados y las hileras de dientes como si quisiera que la fuerza de los inferiores acabara con la de los superiores y al revés, sentiría vergüenza ajena ante mi total dependencia. Rendido ante la voz, la letra, el sentimiento, la batería tranquila; percibo la sangre subir impetuosa por mi cuello, pintar mis ojeras de rojo, oxigenarme. Siento la canción con el pelo, con las manos, con la columna, con las venas, con los pies, con el cuello, con la cara, con los muslos, con el sexo, con los pulmones, con la espalda y los codos y los nervios y los brazos y los hombros y los huesos... Me agito ante el masaje auditivo que me inunda, que es más grande que el espacio que ocupo, overflow pienso - en inglés - como esos vasos que se desbordan ante el exceso de agua que no para de ser vertida sobre ellos. Reacciono subiendo los volúmenes a tope, los ojos en blanco, la boca abierta por pocos segundos: o tararea o respira, a pesar de que a estas horas la voz aún no sale clara. Me desgañito un poco tratando de conseguir buena afinación.
El último átimo de cordura que me queda se levanta ante este enajenamiento, manda un mensaje a mi mareado cerebro: aún es temprano, los vecinos y los que viven en tu misma casa están dormidos...Estrofas resuenan con más fuerza de tal manera que la respuesta procesada es Que se jodan. Que aguanten. Que se mueran si pueden. Que se salven de este trance. Que ni oigan esto, que es sólo mío y no quiero compartirlo.
Termina la canción y se repite inmediatamente. No se gasta, sigue hipnotizándome como la primera vez. Entonces la envidia también despierta y empieza a morderme. Se me afilan los dientes, me pesa que haya alguien capaz de crear algo así, que el autor de timbre suave-potente no sea yo. Y aún así, no dejo de beberme la canción con todas mis fibras. De desear tener más oídos para oírla más. De desear tener más dedos y más uñas, para algún día agarrar mi guitarra y tocar algo así de bueno. La expresión logra su cometido y me atrapa. Sufro. Siento a través de la letra que no puedo explicarlo: ya te lo he dado todo, que es hora de rendirse, y si me dejas ahora - sólo déjame ahora... - es lo mejor que podemos hacer y no tiene caso tratar...Me dueles. Me hago mi historia mental personal y me entran ganas de llorarte.
Es tarde, hay que alistarse. Me niego a salir del furor místico y aislarme en la regadera. Juntito hay un baño abandonado, que no es el mío. Habría que subir y bañarse en el de arriba, donde están mis toallas, mis armarios. Se apodera de mí un terror extremo de enfrentarme al silencio, que sólo se calma ante un giro bien entondado de gran músico este. ¿Tocará él mismo sus instrumentos? Arriba hay grabadora, pero esta canción no la tengo ahí en ningún disco. No puedo subir. No pue do. Tiempo pasa.
Abro entonces la ventana de par en par, para que las ondas sonoras viajen y me traigan para arriba la canción. Subo corriendo sin dejar de escuchar la maravilla que se queda atrás, siento las manos de la música enroscarse a mis tobillos, como suplicando que no las deje. Playera, jersey, pantalones, calcetines, zapatos, cinturón, cajetilla, encendedor, calzones, todo en una bola y si me faltó algo después me las arreglo. Bajo aliviado: nunca perdí el sonido de la música. Abajo, en el cuarto junto a la computadora, abro el agua caliente. Aprovecho para desplazar las bocinas al punto más cerca, mientras se empañan todos los cristales, porque no pienso cerrar la puerta del baño. Al final decido tampoco cerrar la regadera. Necesito el sonido. Vuelvo a entrar en furor, cantando con energía bajo el agua caliente.
Frunzo el ceño en un arrebato violento al oír los primeros acordes, si alguien me viera inhalando tanto aire en una especie de suspiro extático, apretando los párpados y las hileras de dientes como si quisiera que la fuerza de los inferiores acabara con la de los superiores y al revés, sentiría vergüenza ajena ante mi total dependencia. Rendido ante la voz, la letra, el sentimiento, la batería tranquila; percibo la sangre subir impetuosa por mi cuello, pintar mis ojeras de rojo, oxigenarme. Siento la canción con el pelo, con las manos, con la columna, con las venas, con los pies, con el cuello, con la cara, con los muslos, con el sexo, con los pulmones, con la espalda y los codos y los nervios y los brazos y los hombros y los huesos... Me agito ante el masaje auditivo que me inunda, que es más grande que el espacio que ocupo, overflow pienso - en inglés - como esos vasos que se desbordan ante el exceso de agua que no para de ser vertida sobre ellos. Reacciono subiendo los volúmenes a tope, los ojos en blanco, la boca abierta por pocos segundos: o tararea o respira, a pesar de que a estas horas la voz aún no sale clara. Me desgañito un poco tratando de conseguir buena afinación.
El último átimo de cordura que me queda se levanta ante este enajenamiento, manda un mensaje a mi mareado cerebro: aún es temprano, los vecinos y los que viven en tu misma casa están dormidos...Estrofas resuenan con más fuerza de tal manera que la respuesta procesada es Que se jodan. Que aguanten. Que se mueran si pueden. Que se salven de este trance. Que ni oigan esto, que es sólo mío y no quiero compartirlo.
Termina la canción y se repite inmediatamente. No se gasta, sigue hipnotizándome como la primera vez. Entonces la envidia también despierta y empieza a morderme. Se me afilan los dientes, me pesa que haya alguien capaz de crear algo así, que el autor de timbre suave-potente no sea yo. Y aún así, no dejo de beberme la canción con todas mis fibras. De desear tener más oídos para oírla más. De desear tener más dedos y más uñas, para algún día agarrar mi guitarra y tocar algo así de bueno. La expresión logra su cometido y me atrapa. Sufro. Siento a través de la letra que no puedo explicarlo: ya te lo he dado todo, que es hora de rendirse, y si me dejas ahora - sólo déjame ahora... - es lo mejor que podemos hacer y no tiene caso tratar...Me dueles. Me hago mi historia mental personal y me entran ganas de llorarte.
Es tarde, hay que alistarse. Me niego a salir del furor místico y aislarme en la regadera. Juntito hay un baño abandonado, que no es el mío. Habría que subir y bañarse en el de arriba, donde están mis toallas, mis armarios. Se apodera de mí un terror extremo de enfrentarme al silencio, que sólo se calma ante un giro bien entondado de gran músico este. ¿Tocará él mismo sus instrumentos? Arriba hay grabadora, pero esta canción no la tengo ahí en ningún disco. No puedo subir. No pue do. Tiempo pasa.
Abro entonces la ventana de par en par, para que las ondas sonoras viajen y me traigan para arriba la canción. Subo corriendo sin dejar de escuchar la maravilla que se queda atrás, siento las manos de la música enroscarse a mis tobillos, como suplicando que no las deje. Playera, jersey, pantalones, calcetines, zapatos, cinturón, cajetilla, encendedor, calzones, todo en una bola y si me faltó algo después me las arreglo. Bajo aliviado: nunca perdí el sonido de la música. Abajo, en el cuarto junto a la computadora, abro el agua caliente. Aprovecho para desplazar las bocinas al punto más cerca, mientras se empañan todos los cristales, porque no pienso cerrar la puerta del baño. Al final decido tampoco cerrar la regadera. Necesito el sonido. Vuelvo a entrar en furor, cantando con energía bajo el agua caliente.
No hay toalla. Sin salir del trance me seco con la playera con la que dormí. Me acuerdo entonces de Budapest, pero esa es otra historia. Me voy vistiendo en el camino entre la ducha y la canción. Se me olvidó el reloj.
Ridículo, quejándome como si fuera una tragedia, aprieto el botón de stop. Una falsa y más aburrida realidad se apodera de mí. No puedo imaginar cómo sentirme bien hoy, a no ser que regrese a escuchar otra vez. Las tonadas están en mi mente, las repito para que no se me escapen entre mis muchas grietas.
Ridículo, quejándome como si fuera una tragedia, aprieto el botón de stop. Una falsa y más aburrida realidad se apodera de mí. No puedo imaginar cómo sentirme bien hoy, a no ser que regrese a escuchar otra vez. Las tonadas están en mi mente, las repito para que no se me escapen entre mis muchas grietas.
Arranca el coche en silencio. El día, tristemente, ha empezado y tengo sed. Pero no sed de agua...
6 comentarios:
NOW we're talkin'...
OK, este si. Bueno, muy intenso, bastante tú.
La música es una de las maravillas más importantes de nuestra vida.
Una pregunta ¿de qué canción/artista estás hablando?
AVISO OPORTUNO:
Unas crayolas por favor que a este hombre le URGE dibujarse una vida, un trabajo, unos amigos y un amor real y ya dejar de fanteasear ...
Gracias por su cooperación!
H.R. - Ésta vez te agradezco especialmente, por ser la única persona que visiblemente leyó este escrito. La canción es "The pieces don't fit anymore" de James Morrison, y no necesito decir que la recomiendo. Difícilmente sale una mejor canción en todo este año, es el "Put your recrods on" del 2007. Gracias.
Anónimo: Muchas gracias por dejar tu ocupada vida, trabajo, múltiples amigos, y tu amor real por un rato y venir a pedir crayolas para mí. Qué rico...
Un par de HUEVOS y PANTALONES por favor para "ANONIMO" que le URGE tener el coraje para dar la cara y dejar de sembrar amargura con sus pendejadas anonimas. Envidia o Coraje "ANONIMO"?
PERLA CATALÁN
hola nesesito una moto
hola`porfavor nesesito 1 camion
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