Puedo por fin escribir esto desde mi casa tras cuatro quejas levantadas contra Cablevisión, una empresa que falló cuatro días seguidos en acudir a la cita para instalarme internet.
Muy trágicamente las opiniones de estos días parecen estar reducidas a los candidatos y al triste planteamiento de a qué partido hay que perdonarle menos o cuál de las opciones es la menos insultante o incongruente.
Me moría por expresar que creo en la gente, en mi gente. Por opinar lo que además todos sabemos ya: que si algo va a traer el cambio somos nosotros mismos. Que lo que quiero twittear y actualizar en el estado de Facebook ahora que puedo es que una vez más somos nosotros (y no los desconocidos que vemos fotografiados en las pancartas, carteleras y vallas de las calles) los que llevamos la responsabilidad del futuro a cuestas y malditos seamos si fallamos y no logramos la prosperidad para el país. Que el trabajo árduo es daltónico al color de la preferencia partidista. Que votar es sólo un muy pequeño avance en el gran camino de obligaciones que enfrentamos, que cuando las sociedades se unen y persisten en sus objetivos los consiguen mejor que los gobernantes.
Al final del día la división política que pudiera separarnos o confrontarnos no sirve para nada. Dichas sean las cosas como son: ninguno de los candidatos ha escapado del ridículo y la vergüenza. Ninguno de los partidos tiene las manos completamente limpias si miramos hacia atrás.
Lo que creo que sirve y salva es darse cuenta que no somos rojos, ni azules, ni amarillos; ni de ningún color de partido político. Somos la Selección Mexicana porque traemos puesta la camiseta de México y tenemos que sudarla. Estamos a la mitad del partido y es hora de ser equipo. Porque somos los jugadores que recibimos educación en un país en el que de cada 100 sólo 68 completan educación básica y sólo 35 completan la secundaria: los destinados a pelear por ganar el juego y para eso hemos de actuar coordinados. Somos, por desgracia o por fortuna, lo que tiene México, aunque el día a día nos haga pensar que la solución se concentra en la persona del próximo presidente.
Por supuesto, hay que informarse, debatir, analizar qué propuestas de los presidenciables son las mejores. Pero hay que entrenar desde ya para salir al quite y conseguir la victoria del país independientemente de quién gane la elección. Todos somos uno y estaremos juntos en el barco, votemos por quien votemos.