Escribo esto para explicarme ante ustedes. Ustedes que por alguna razón ahora están regresando a esta página y dejando que sus ojos lleguen hasta estas letras. Que saben lo mucho que agradezco la manera en que sus lecturas y comentarios me han nutrido y acompañado durante ya un buen rato.
Necesito disculparme por no venir a escribir tan frecuentemente como quisiera. Hoy son las 12:50 de la noche y a duras penas voy terminando de trabajar. Qué irónico pensar que quizás antes, cuando venía a lamentarme casi a diario, trabajaba más y aún así me hacía un tiempo para regresar aquí.
Merecen que cuente cada uno de los días que estoy viviendo con pelos y señales.
Pero es que estoy atrapado.
Atrapado en un sueño del que no puedo despertar. Encarcelado en el sueño más lejano a la pesadilla.
Comparto pues con ustedes, que hoy y en este instante soy un hombre muy feliz. Por fin. Mi vida actual es una sucesión de momentos apasionantes. No es el tiempo de cosechar las calabazas que por larguísimo tiempo sembré y esperé: es el tiempo de sentarse a la mesa y - tras una abundante cena - comerse esas calabazas cosechadas dentro de una tarta exquisita.
Quizás soy un hombre barato, que se emociona con estupideces que a otros les dan lo mismo. Que se siente en apogeo con muy poco, y percibe ese poco como mucho o como el todo. Como sea, este abrumador remolino energético que llevo - que nace de al fin encontrar en el espejo a la persona que siempre busqué - es muy absorbente.
La plenitud de vida (si es que la he alcalzado, y todo sugiere que sí), es muy demandante.
Como ya saben, toda vez que me ha llegado algo bueno, la vida no tarda en lanzarme el ya tradicional zarpazo a la yugular. Y aunque sigo vivo y he salido de todas hasta el momento, me muero de miedo.
Quiero succionar hasta la última gota de estos mágicos días por si acaso. Va por ustedes aprovechar estos preciosos segundos, y no dejar que se escape nada.
Por eso no vengo a escribir tan seguido. Prometo hacer lo posible.
Quería darles estas razones, porque confío en que las comprenden.
Si no encuentran nuevas cosas tan seguido, no se enojen. De que se les quiere, se les quiere. Que no quepa la menor duda. Gracias como siempre.
Un beso enorme, enorme.
Necesito disculparme por no venir a escribir tan frecuentemente como quisiera. Hoy son las 12:50 de la noche y a duras penas voy terminando de trabajar. Qué irónico pensar que quizás antes, cuando venía a lamentarme casi a diario, trabajaba más y aún así me hacía un tiempo para regresar aquí.
Merecen que cuente cada uno de los días que estoy viviendo con pelos y señales.
Pero es que estoy atrapado.
Atrapado en un sueño del que no puedo despertar. Encarcelado en el sueño más lejano a la pesadilla.
Comparto pues con ustedes, que hoy y en este instante soy un hombre muy feliz. Por fin. Mi vida actual es una sucesión de momentos apasionantes. No es el tiempo de cosechar las calabazas que por larguísimo tiempo sembré y esperé: es el tiempo de sentarse a la mesa y - tras una abundante cena - comerse esas calabazas cosechadas dentro de una tarta exquisita.
Quizás soy un hombre barato, que se emociona con estupideces que a otros les dan lo mismo. Que se siente en apogeo con muy poco, y percibe ese poco como mucho o como el todo. Como sea, este abrumador remolino energético que llevo - que nace de al fin encontrar en el espejo a la persona que siempre busqué - es muy absorbente.
La plenitud de vida (si es que la he alcalzado, y todo sugiere que sí), es muy demandante.
Como ya saben, toda vez que me ha llegado algo bueno, la vida no tarda en lanzarme el ya tradicional zarpazo a la yugular. Y aunque sigo vivo y he salido de todas hasta el momento, me muero de miedo.
Quiero succionar hasta la última gota de estos mágicos días por si acaso. Va por ustedes aprovechar estos preciosos segundos, y no dejar que se escape nada.
Por eso no vengo a escribir tan seguido. Prometo hacer lo posible.
Quería darles estas razones, porque confío en que las comprenden.
Si no encuentran nuevas cosas tan seguido, no se enojen. De que se les quiere, se les quiere. Que no quepa la menor duda. Gracias como siempre.
Un beso enorme, enorme.