A pesar de ser "los privilegiados", los que podemos estudiar, leer, tener un blog, de repente nos llega una tarde de ocio en la que no se nos ocurre hacer algo. Prendemos la tele a ver qué hay, y no hay nada. Somos demasiados. Y privilegiado es más bien el que engendra, el que aporta, el que sirve. ¿Qué hacemos en las tardes de lluvia? En esos veranos anticipados tan fuertes de la Ciudad de México, que nos regalan tormentas igual de a menudo que bochornos, muchísimas veces no tenemos nada especial. Y somos demasiados.
Vivimos en un México en el que, por ejemplo, sólo 7 estados tienen tipificado como delito la explotación sexual infantil. Donde en los otros estados, hay leyes poco claras al respecto, pues no persiguen de oficio este delito, sólo penan la corrupción de menores o las faltas a la moral. Las estimaciones del DIF indican que en México hay más de 16 mil niños víctimas de explotación sexual. Dieciséis mil niños. 16,000 niños.
¿Ante qué ley efectiva se ampara un padre mexicano cuyo hijo está siendo explotado sexualmente? ¿Qué garantiza el respeto a los derechos de los niños mexicanos a este respecto?
Que quede aquí la sugerencia para matar el tiempo en las tardes de lluvia. Para recuperar información, investigar dónde puede haber huecos en la legislación mexicana que fallen en proteger a niños, a mujeres (o a cualquier grupo minoritario o entidad federativa con que simpaticemos), y utilizar cuanto foro encontremos para abrir la boca y gritar sobre ello. Porque a todos nos concierne, todos podemos, todos debemos, todos somos mexicanos. Somos demasiados.
Bastaría con escoger un estado, un caso, una ley, un delito, buscar cifras tan impactantes como la anterior, poner ideas en movimiento. Hacer a un lado el dominó o el messenger de vez en cuando, dedicar un poco de tu tiempo a ti mismo (trabajar por México es trabajar por ti, por tus padres y por tus hijos). Hablar, discutir, organizarse. Presionar. Moverse. Escoger un tema de tesis relacionado con nuestra lucha. ¿Cómo sabemos qué tan abiertos o cerrados están los diputados y senadores si no tocamos sus puertas? Expresarse, rebelarse, levantar la voz. Preguntar a los candidatos a la presidencia qué van a hacer sobre los asuntos por los que peleamos y votar por quien responda mejor.
Entonces, ¿Qué vas a hacer este verano que viene? ¿Qué harás la siguiente tarde de lluvia en la que no haya nada en la tele? Somos demasiados. Juntos podemos.