domingo, 22 de mayo de 2011

Guía para presentar un proyecto en junta

Día a día me toca recibir en junta a personas que vienen a presentar sus proyectos.
Alguna vez tuve que hacer equipo para ir a presentar mis servicios a clientes potenciales y pensé que era bastante malo, pero no. La triste realidad de las reuniones y presentaciones es tan desoladora, que me encuentro ya preparando un librazo de consejos.
Para desahogarm...cof cof perdón iniciar, basado sólo en las juntas de la semana pasada, he aquí algunos consjeos:
  • Nunca, nunca jamás inicies la reunión de seguimiento con un "Te extrañé". Sólo nos hemos visto una vez, con lo cual o eres la más patética de las lamebotas o neta estás solísima en el mundo (y qué miedo).
  • Tres personas son multitud, sobre todo si las tres intervienen - léase se atropellan - en una misma presentación.
  • En el mismo tenor, si tu compañero se equivoca, lo corriges en tu oficina, no en mi sala de juntas. Te recomiendo que ANTES de la reunión revisen juntos la propuesta. Ten precaución con frases como "Ah es que no tuve tiempo de leer lo que veníamos a exponer". Te ves mal.
  • Si te pregunto que si quieres agua o café, no me respondas que si tengo Freska o Sprite o algo así. No soy tu pinche miscelánea. Si te traen agua y no conoces la marca, por favor disimula tu recelo. Tip: Además de la Bonafont, existen otras marcas igual de confiables. Te lo juro.
  • Lávate los dientes, mastica un chicle o chupa una pastilla. Soy fumador, cafetero y - aún peor - taquero y garnachero. Ergo, si yo puedo tú puedes. Si traes mal aliento, no puedo concentrarme en tu propuesta y, mientras expones con tanto esfuerzo, yo sólo cuido que no notes cómo estoy aguantando la respiración o cubriendo mi nariz.
  • No te ocurra hablar mal de México: Eres mexican@ y yo también (Si no eres mexican@, peor tantito). Cualquier comentario en contra del país descalifica tu proyecto por muy bueno que sea. Lo siento, estás en junta conmigo, en mi oficina, mis reglas son las reglas.
  • Cuida tus estadísticas. Recuerda que lo que ocurre en tus muy distinguidos viajes por el mundo, o las experiencias aisladas de tus cuates o familia, podrían NO ser representativas de la generalidad.
  • Breve. Lo breve significa corto, sucinto, parsimonioso, chiquito, preciso, específico. Etcétera. Si no puedes enunciar el objetivo de tu proyecto en una frase, no lo tienes claro. Si tú no lo tienes claro, yo menos. No perdamos el tiempo. Bre-ve.
  • Está bien que uno sea muy fan de Lady Gaga, pero eso no lo sabes tú. Acudir a una reunión de negocios vestida como ella no te llevará a nada, especialmente si no tienes la figura.
  • Tu iPad no me impresiona, menos si no lo sabes usar y/o traes uñas enormes tipo Niurka y eso dificulta que teclees.
  • No me importa lo importante que eres. No me interesa tu esposa, ni tus hijos, ni tu apretada agenda, ni nada ajeno que nos distraiga del tema al que viniste.
  • Finalmente una pregunta retórica. Si - al igual que el 70% de la gente que recibimos en juntas en esta oficina - tienes tan buena relación con el Señor Presidente y hartas secretarías de estado... ¿Qué haces en junta con un tipejo como yo?
NOTA: Doy fé de que al término de esta entrada sentí claramente cómo bajaron los niveles de amargura de mi muy decepcionado espíritu. Gracias.

lunes, 16 de mayo de 2011

De los pies (Ew)

Si resulta que voy a tener que estar tocándole los pies a desconocidos durante el yoga, voy a dejarlo.
Y es que aunque empecé con toda la ilusión, feliz, sintiéndome muy relajado muy zen-budista yo; tengo una historia de fobia (¿Se dirá podofobia?) que data de la época en que cobré razón y la verdad es que no puedo con ello. Los pies de la gente siempre me han parecido feos y repugnantes. Así en general. Y es que son horribles ¿No?
A la par de mi aversión, he desarrollado un pudor excesivo - léase complejo - por mostrar los míos. No me siento cómodo enseñándolos. Es muy muy rara la vez que uso sandalias (o chanclas o huaraches), si estoy en la arena los entierro y si estoy en un sillón o una cama los escondo. Es más, en pleno masaje de esos relajante.shiatsu.exfoliante.sueco y demás bondades tranquilizantes, basta con que el masajista me agarre los pies para sentirme reteincómodo y dejar de disfrutar.
Me da al mismo tiempo una especie de admiración esa gente que tiene unas pezuñas horribles (la mayoría, la verdad) y las muestra despreocupadamente, au naturel, así como si nada. Pregúntome cómo es que cubrimos lo maravilloso y enseñamos lo más gacho. Me es inexplicable eso de que hay quien los encuentra bonitos o - peor - excitantes. Los zapatos son otra cosa, y creo que gustan tanto justamente porque tranforman los pies en algo bello, en el mejor de los casos.
Una vez leí que en Tailandia está prohibido señalar, tocar con o incluso mostrar la planta de los pies y dije: Es hora de migrar, allí sí me entienden. Patitas pa qué las quiero, literal. Y es que la enseñada de patas es una triste costumbre que ocurre hasta en las mejores familias. Nomás vayan a la playa y juzguen por sí mismos.
Uno de los mamarrachos más mamarrachos con los que me ha tocado convivir decía que a él le dan asco los ombligos. Y yo pensaba qué estúpido mamarracho, los ombligos tan rebonitos que son. Seguramente alguien me lee así , piensa lo mismo y bueno ¿Qué? Cada quien sus disgustos.
El punto es que uno crece y entiende que las manías deben superarse y le entra al yoga por aquello del estrés extremo y se dice a uno mismo OK supéralo, vas a tener que pisar descalzo la duela (goooaaaac) y además enseñarlos, no vas a ser uno esos ridículos que entra al estudio con calcetines. Es más, se dice uno: Vas a tener que mirar los pies del profesor para hacer bien las posturas, ni modo. Y así empecé más o menos bien, pero la gente tan libre y budistosa que hace yoga no parece tener reparo en - por ejemplo - pisar MI tapete, que según yo te hacen comprar justo para que tú pongas TUS patas - y las de nadie más - en TU tapete. Corte a: Yo asqueado lavando mi tapate en el lavadero de mi casa con harto jabón, más o menos a estas horas. Desde que entré a yoga traigo una obsesión excesiva por cuidarme y traer siempre bien purificadas las patas, las uñas super cortas, todo super limpio y pues, se esperaría que los demás se cuidaran igual ¿no????
Pues resulta que llegamos al punto en que hay que aprender a sostenerse con las manos, y para aprenderlo hay que trabajar con alguien más y ayudarlo sosteniendo sus zarpas. No me daría tanto asco si me tocara trabajar con alguna de las niñas bonitas que van al yoga porque pues después de todo, son niñas y como que son más pulcras, más lindas, no sé. Pero no. Por razones de tamaño y fuerza y las arañas, el profesor (que tiene unos pies espantosos) siempre me pone a trabajar con el típico gorrrdo alto de la clase y pues es demasiado para mí, demasiado. Tanto, que hasta me hace venir a desahogarme aquí cuando llevo meses sin escribir. Demasiado, repito. No puedo. Ni modo...