miércoles, 29 de septiembre de 2010

Abrazar a México

"I know I can (I know I can)
be what I wanna be (be what I wanna be)
if I work hard at it (If I work hard at it)
I'll be where I wanna be (I'll be where I wanna be)"
- Nas, I Can, 2008

Tengo 28 años y, más con frecuencia que sin ella, siento que no puedo más con el cansancio. Pero soy mexicano: eso implica que puedo, y además que tengo que poder.

Hace unos días tuve - por razones de trabajo - el gran privilegio de estar en presencia de don Alejandro Martí y doña Isabel Miranda de Wallace. Fue una explosión de sentimientos. Cuando rezo en esas pocas noches que me da por acordarme de dios, después de pedir por mi familia, mis amigos y mi entorno, llegan a mi mente sus nombres, junto con la memoria de sus hijos, fallecidos a manos de secuestradores.
Me sentí feliz por verlos y escucharlos en persona. Me entró rabia, de la que salió lo de siempre: el deseo absoluto de cambiar México. Sentí también tristeza y una terrible noción de que el dolor que ellos experimentaron es mucho más grande que todos mis sentimientos negativos. Me moría por abrazarlos fuertemente. Ahogué las lágrimas porque soy un hombre ya crecidito y estaba en un ambiente de trabajo. Me quedé con las ganas del abrazo.

Días después, tuve el gran honor de estar - por trabajo también -, reunido con Mariana García y Edna Jaime, en México Evalúa, un centro de investigación y análisis al que sigo fielmente por Twitter y Facebook porque a mi juicio genera información valiosa encaminada a medir el desempeño del gobierno en materia de seguridad y gasto público con el fin de mejorar y transformar México en lo que debe ser, todo de una manera fina, ordenada, científica, propositiva, pacífica.
Edna tuvo a bien compartir conmigo su visión de México: su amor por esta tierra, su preocupación por ella, su motivación para seguir luchando día con día. Me moría por abrazarla. Pero igual: ella es una señora, yo estaba ahí por trabajo, me dio miedo estar fuera de lugar. Me quedé con las ganas, otra vez, de abrazar.

Me consta que Edna y Mariana se parten en dos, minuto a minuto, por México. Estoy orgulloso de ellas. Qué decir de Martí y de Wallace. Mexicanos ejemplares. Pensé en la manera de poder abrazarlos sin abrazarlos y encontré la respuesta. Abrazar a México es abrazarlos a ellos. Amar México, es abrazarlos a ellos. Pelear por los mexicanos, es pelear por ellos, así como ellos pelean por nosotros y por un país más seguro.

Abrazar a México es tomar consciencia de la pequeña parte de un gran agregado que cada uno de nosotros representa. Sentirse importante por haber nacido aquí y trabajar en este país. Importante por trabajar CON los mexicanos, POR y PARA México. No nos equivoquemos, aunque sea una frase muy repetida, es cierto: Cada vez que pensamos en México con optimismo (desde la realidad, conscientes de los retos, pero con optimismo), estamos abrazándolo. Cada que hablamos sobre México y lo sentimos grande, fuerte, poderoso y excelente, damos un pequeño abrazo. Cada que sentimos que SÍ, que nuestro trabajo, desde donde estemos, sea lo que sea que hagamos, es importante y útil para el desarrollo de México, estamos abrazando a Mariana y a Edna, y a Isabel, y a Alejandro y abrazándonos a todos, de una manera apropiada. Somos muchos más los mexicanos decentes que abrazan, que los que matan.

A partir de ese enfoque, tras el cansancio físico de días como este, me siento bien por estar agotado y haber forzado las últimas 4 horas de trabajo, cuando el cerebro y el cuerpo piden tregua. Casi creo que cuando no tenga esta sensación, voy a sentir que no estoy dando el 100% por México. Sentir que sigo con ganas de abrazarlo, cuando lo tengo ahí en frente. Mientras resolvemos cómo sentir que trabajamos bien por México, necesitamos sentir que trabajamos mucho por México. Sentir que nos fundimos en un abrazo con lo que más amamos. Porque no soy el único, tú que lees, seguramente, sientes lo mismo. Porque los mexicanos podemos - y tenemos que poder - abrazar a nuestro país.

*