lunes, 31 de mayo de 2010

Todo sobre Marina

Lunes - ¿Por qué "Marina"?
Tiempo atrás conocí y conviví de cerca con una señora de nombre Marina. La respeté siempre como la madre de familia que es, la admiré y aprendí de ella hasta que un par de incidentes – uno de ellos penosamente racista – desembocaron en la decepción de haber malgastado el tiempo en algo que en su momento pareció una amistad sincera.
Me arrepiento de haber sido su confidente porque frente a mí despedazó con palabras a su propia familia, su pareja, sus socias laborales, sus amistades, su psicóloga personal. Gracias a viejos amigos me he enterado que es mi turno y ya he sido despedazado yo también.
Lo reconozco: me duele. Es algo malo que he querido dejar atrás para convertirlo algo positivo. Siempre pensé en venir a este espacio a desahogarme, transformar el mal sabor en algo distinto a través de la escritura, sin encontrar cómo.
Esta semana las señales son claras: esta historia tiene a todas luces un nombre de seis letras, “Marina”, y está lista para ser contada.


Martes - Marina reaparece por duplicado

La semana pasada recibí un correo electrónico de Marina. Con la seguridad y la amarga satisfacción que queda de haber sido en su momento el más cercano amigo de alguien, reconozco que - tras tantos meses de intentar pasar la página y dejarla ir de mi vida -, volver a leer su nombre en mi buzón, como hacía tiempo no sucedía, me desconcertó.
Recordé todas esas conversaciones en las que uno deposita confianza y comparte sueños: publicar, crear, crecer como profesional y como persona.
El mismo nombre, las mismas iniciales que la otra. De inmediato respondí y unas horas después levanté el teléfono: era, precisamente, una Marina agendando la cita de mañana. Voy a hacerme bolas con tantas Marinas, pensé. Ahí estaré respondí.

Miércoles - Mi encuentro con la gran Marina
"Mi sono innamorato di Marina, una ragazza mora ma carina (...)
Marina, Marina, Marina...ti voglio al piu presto sposar."

Toco el timbre y reconozco su voz. Marina herself. Subo corriendo las escaleras, me abre y la saludo. Conocerla es un placer. Estudió letras, historia, psicología y música en Harvard, Stanford y l'École Normale Supérieure de Paris. Ahí nomás. Vengo a entrevistarla por su nuevo libro: Amores Virtuales. En suma: me sorprende la calidez de una mexicana excepcional como Marina Castañeda Gutman. Su espacio es exactamente como lo imaginaba: el de una psicoanalista con un gran gusto, muebles vanguardistas en un espacio simple y exquisito. Compartimos un café delicioso hecho por ella misma, enciendo la grabadora e inicio mis preguntas. Leí el libro en una sentada: en efecto, su ritmo es trepidante. Mis preguntas estaban cuidadosamente estudiadas, y ella respondía magistralmente, con más de la maestría que yo esperaba, a pedir de boca. Quedamos de pronto ir a comer tacos.
No había ya ninguna otra Marina más que ella, ni allí ni en mi vida. Esto podría titularse como el refrán: jarrito nuevo dónde te pondré, jarrito viejo dónde te aventaré. Cuando terminó la entrevista, lleno de admiración mientras me despedía de ella con un respetuoso y fuerte abrazo, la otra Marina salió - para siempre - despavorida de mis recuerdos.

Jueves - Mi nueva Marina
"Amores Virtuales", me es al mismo tiempo ajeno y cercano. En cualquier caso, es emocionante. Bajo el sello Plaza Janés de Random House Mondadori (amo el nombre de esa editorial) Marina nos cuenta la historia del psiquiatra viudo Ulises Blanco, quien recibe una serie de e-mails anónimos que le cambian la vida y lo sumergen en la realidad virtual. Ulises busca resolver quién de todos sus pacientes (o su entorno) es MOrfeo, el remitente de los e-mails.
Los personajes - aclara Marina - son ficción, pero bien es posible imaginarlos en la vida real. Siempre quise contar la historia (real) de esa millonaria amargada que vive aislada y resentida a falta de cariño, con ese toque psicótico que la convertiría en sospechosa de escribir e-mails anónimos. Pero no hizo falta: Así son Jaime, Pablo, Rosario, Mariana, Irma, Raquel o José. Disfuncionales, infelices y de alguna manera involucrados con el mundo de las redes sociales.
El doctor Ulises Blanco llega incluso a probar terapias psicológicas virtuales y a visitar zoológicos ficticios que sólo existen en el ciberespacio...Marina nos desvela un mundo fascinante que el protagonista sabe aprovechar para regresar a su vida y la de los suyos, ante un inesperado e inteligente final. Muy ad hoc con la temática, el primer capítulo puede leerse en Facebook.

Viernes, sábado, domingo y resto de los días
"Hay que saber agradecer cuando la vida se lleva con el viento
a quienes no necesitan estar con nosotros". - la mis
La relevancia de Amores Virtuales radica en que analiza la nueva psicología que vive el mundo a partir de internet. Según Marina, internet es el nuevo inconsciente del ser humano: ese espacio donde las fantasías se realizan y viven como si fueran realidad. Motivados por el deseo de gratificación instantánea, las personas vivimos relaciones, amistades, romances...a través del internet, otorgando credibilidad a desconocidos y engañadores potenciales, y de paso también presentando una imagen de nosotros construida según lo que queremos que perciban los demás.
Estamos tomando atajos falsos y evitando el proceso de construir las relaciones: los ratos juntos, el compartir la vida, los paseos, las confesiones. Quizá es toda esta serie de vivencias experimentadas en la realidad la que hace más fácil dejar de seguir a alguien que conocimos por Twitter (o bloquearlo en el Facebook) y más difícil superar la decepción de perder una amistad que uno en su momento considera verdadera.
Agradezco a Marina Castañeda Gutman, y a su agente en Random House Mondadori, Marina Castillo, la gran oportunidad que antes de conocerlas no tenía, pues sin saber me regalaron una imagen mental positiva, sana y admirable de ese nombre que tanto ha retumbado en la historia reciente de mi vida. Gracias a ellas, lo logré: escribí algo positivo al respecto y Marina es hoy, otra vez, sinónimo de amistad.


jueves, 20 de mayo de 2010

Aquí estoy yo

(A mi amiga Lore)

"Aquí estoy yo para darte, mi fuerza y mi aliento"

- Una canción que me encanta cantar

Ya lo sabíamos.

Sí: fue una sorpresa, como todas las pérdidas, por muy anticipadas que sean, pero lo sabíamos. Lo habíamos hablado alguna tarde de amarga conversación que sale a cuenta como lo menos en nuestros ratos siempre alegres: Este momento se iba a cumplir como se le cumple a todos los seres humanos. Tenías que estar preparada.
Lo estabas. Lo estuviste siempre por ser una hija ejemplar.

Aunque no lo sepas, cuando ocurrió, ahí estaba yo, abrazándote.
Estoy aquí en el más triste de tus días (que ya, ya pasó), así como he estado en los felices, en los difíciles y en los fáciles. Así como estaré siempre. Recorrí antes que tú un camino similar y quiero que aprendas lo que puedas de cuando me tocó a mí pasar esas noches tristes de dolor ante las pérdidas. Quiero que pases el menor número posible de esas noches, porque no hay necesidad. Porque donde esté yo, siempre estás invitada a cenar y a quedarte.

Escribo esta entrada con ceremonia, con cariño y en público, para que no quepa duda y sea más que manifiesto, que en cualquier momento, cuando haga falta y cuando no, aquí estoy yo.
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miércoles, 12 de mayo de 2010

De las cosas que mueren

Quien diga que puede superar la ausencia de todo lo que muere, que deje un comentario al final y nos explique al resto de la humanidad cómo se hace. Que le digan al religioso que no llore ante la tumba de sus seres queridos, a ver si puede. Mis desconfianzas totales para quien pueda.
Mis desconfianzas totales para quien no extrañe, para quien no note el hueco eternamente vacío e imposible de rellenar que ha dejado todo lo que se fue, para quien no deteste a la maldita ausencia mordiéndole con todo su poder.
Con la modestia de ya no ser lo que se alaba, hoy lamento la muerte de mí mismo hace unos años. Sigo creyendo inconscientemente que soy él: tan despreocupado, tan excepcional. Mi autoimagen sigue siendo la suya aunque él se haya extinguido junto con el mundo perfecto en el que vivía. Quizá lo que muere son los mundos. Qué lejanos los universos y los tiempos en los que no había que demostrar éxito, ni desquitar las colegiaturas invertidas en uno, ni lamentar pérdidas humanas o materiales, ni traer cartera con tarjetas, ni leer los periódicos o pagar impuestos.
Nuestra tragedia está en que los mundos y las personas que mueren (aunque seamos nosotros mismos los muertos), en realidad no regresan nunca. La ilusión del retorno es justamente eso. He intentado tantas maniobras de resucitación de mi yo antiguo como han sido posibles sin éxito.
Hoy que he perdido muchas más cosas que mi yo lo entiendo: este es el único mundo que tengo, y aunque siempre honraré y añoraré lo que murió, no queda otra más que encontrarle sentido al presente antes de que - a su vez - muera, y empecemos a llorar su pérdida.