lunes, 29 de marzo de 2010

La mera verdad, yo sí

Atención: Muy probablemente voy a chillar escribiendo este post.

It began in Mexico City. (In la del Valle, of course).
Desde aquella legendaria portada con Ana Claudia Talancón sobre una cama de chiles que todos en mi ciudad recordamos, me volví fan de la Revista Chilango. Años más tarde, por razones (creo) más de vida que de trabajo, conocí en persona a la maravillosa Conejita de Indias, una mujer chilanga, guapa y extraordinaria que entoces trabajaba en la revista, y gracias a ella mi amor por
Chilango creció todavía más.
Cada año por estas fechas, esperaba y compraba la
Guía del Taco Chilango. Todavía recuerdo que en la edición de 2009, con un Sharpie iba palomeando cada una de las taquerías que recomendaban, leyendo con atención cada reseña y sus recomendaciones, visitando con mi hermana cada lugar enlistado.

Mi entorno inmediato me lo dijo muchas veces:
Tú deberías escribir en la Chilango. Tú deberías hacer la Guía del Taco. Mi voz interior concordaba: Yo era un tipo con pasión por los tacos al pastor (y pasión por escribir) que seguía y recomendaba la Chilango, la leía cada mes con avidez y además se sentía inspirado por el equipo que en ella trabajaba.
Ver mi nombre un día en la
Chilango no era un deseo, más bien era un sueño frustrado, una obsesión desaforada, un pensamiento repetitivo: algo grande que en algún momento pensé imposible.
Fue gracias a un afortunado acercamiento con mi igualmente inspirador amigo Ruy Feben - a quien conozco desde niño -, cuando se abrió una oportunidad. Y entonces pasó esto:

Quiero que TODOS se enteren. Ese de arriba, soy yo. El Subcomandante, parte del Comando Taco Chilango. A mucha honra. Que toda la ciudad lo sepa, por favor. Que todos la lean. Que quede bien asentado que esto para mí es verdaderamente el logro de un sueño, justo, tal y exactamente como lo había imaginado, o quizás mejor: mi nombre está POR FIN en Chilango, en buen lugar y en la guía del Taco de este ya inolvidable año 2010.

Estar en contacto con los del equipo, conocer la redacción, escoger taquerías, comer decenas de tacos, entrevistar taqueros y meseros,
ESCRIBIR las reseñas, esperar el tortuoso tiempo entre la entrega y la publicación...sin duda una de las experiencias que más he disfrutado en mi vida. Hoy, cada vez que me vean entrándole a los tacos al pastor, recuerden que no es por atascado: es una obligación por mis queridos lectores de Chilango.

Para mi vida personal, esta publicación es un gran logro, el de un sueño. He preguntado a muchos conocidos que han alcanzado grandes metas cómo se sienten. Sorprendentemente, la mayoría cuenta que al llegar se sienten insatisfechos, siempre con miras de llegar a más, sin sentirse realmente felices. No es mi caso, un servidor difiere: La mera verdad, yo sí. Sí me siento absolutamente feliz. Por supuesto, espero que esto abra muchos y nuevos horizontes a futuro, pero hoy y aquí, no podría estar más contento a este respecto. Pienso en todas esas personas (que no son pocas) que nunca tomaron en serio eso de que yo quería escribir y antes de darme una oportunidad me dijeron "¿Dónde has publicado antes?, tienes que foguearte antes de que puedas colaborar con nosotros". Tómenla, miren quién sí creyó en mí: Expansión y CHILANGO.
Pienso mucho más en mis amigos, en la Conejita de Indias con quien seguro me iría a celebrar si estuviera aquí, en don Ruy Feben y don Javier Caballero con quienes ya celebraré, en todas las personas (que no son pocas) que sí se la creyeron, que me dijeron: deberías hacerlo. Este gusto es también suyo. Gracias de corazón.

No me importa lo repetitivo que pueda sonar pero sí, aquí está la prueba, experimentada en carne propia con resultados que excedieron las expectativas: los sueños SÍ se vuelven realidad.


*La revista Chilango puede encontrarse en todos los kioskos de periódicos y tiendas de la Ciudad de México.

jueves, 11 de marzo de 2010

Adaptación

Ayer fui testigo de la forma en que mi vecina bebé probó por primera vez en la vida el prodigioso jugo de mandarina que a mí a mis 28 tanto me gusta. La primer cucharada provocó una reacción imposible de malinterpretar en la expresión de su cara: aborrecía el sabor. No fue hasta la cuarta cucharada cuando el gesto de disgusto y asco se fue disolviendo.
Preferiría estar muerto a escribir algún día que uno debe conformarse con la vida que lleva. Mi recomendación será siempre al contrario. El conformismo es un defecto mientras que la adaptación es una virtud.
Adaptarse es difícil, no siempre es posible medir el buen sabor del momento presente: pregúntenle a las pequeñajas de seis meses de edad a qué les sabe el jugo de mandarina durante la primer cucharada. Si pudieran hablar, se quejarían igual o peor que muchos de nosotros, desdeñando la situación actual.
Hay que estar dispuesto a beber. Si el destino nos es infiel y no vivimos para contar el éxito pleno, habremos desperdiciado una vida quejándonos. Hay que acostumbrar la boca a apreciar lo que sorbemos en tiempo récord. Todo es cuestión de sed. Adaptación. Sin ella, el soñador y el visionario se disuelven ante el pesimismo. Adáptate. Respira el presente. Bébete este momento.
Aunque tengas un sueño y un camino por recorrer, no hay nada seguro: tu momento es hoy. No te quedes con la primer impresión de tu realidad. Sórbele más de cuatro cucharadas de golpe, agárrale el sabor.
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