lunes, 25 de enero de 2010

De Titanic a Avatar, o de las vueltas que da la vida

1.
Era 1999. Yo tenía 17 y estaba en Inglaterra para perfeccionar mi inglés y aprender a montar. Así fue, debo confesar, en todos los sentidos. La humanidad vivía desde hacía dos años la era Titanic: un mundo delicioso en el que la imagen mental más común era Kate Winslet desnuda, mi abuela aún no había muerto, Britney se apoderaba de nosotros y mi cuerpo era perfecto. Cada jueves, la escuela en la que estudiaba rentaba un antro que había sido capilla para que bailáramos y bebiéramos coca-colas hasta - creo - las ocho, hora en la que nos despachaban para empezar a servir alcohol a los mayores. Era yo el rey de reyes en esa pista. Ponle que había italianos, húngaros y demás mucho más galanes...nomás que yo sí bailaba. Medio mal para estándares mexicanos, pero como dios para estándares europeos. Y entonces, las rusas, holandesas y demás, caían. Todos y todas íbamos a lo que íbamos. Yo caí con una turca hermosa y difícil de leer que por cierto, quería ser bailarina. Fue un romance de verano clásico, de película, inocente y sublime, hasta que ella tuvo que regresar. El mundo se derrumbó. Yo pronto cumpliría 18, me casaría con ella, cambiaría mi residencia habitual a Estambul y envejecería bebiendo café turco. Tú saltas yo salto, como Jack y Rose. Entre promesas y lágrimas nos despedimos un jueves, en The Chapel. Ella tenía 16 y se iba una hora antes que yo. Había una española hermosa con la que - por reglas de ñoñeza personal - no hablaba: I was learning English and didn't want to think in Spanish. Pero acababa de perder al hasta entonces amor de mi vida. Tenía que desahogarme con alguien, in Spanish, of course. Parecía una modelo hecha de alabastro, delgada y llena de luz, escuchando. De repente, como todos los jueves, sonó esa maldita-hermosa canción: My heart will go on, de Céline Dion. Devastador, porque mi turca y yo, la bailábamos abrazaditos besándonos ante las miradas de todos. Ella se me había ido esa tarde. Mi nueva confidente española me invitó a bailarla con ella intentando animarme.
Ese fue el momento en el que por primera vez en la vida me insulté a mí mismo. Rodee con mis manos su cintura, cerré los aún tristes ojos y aspiré. El perfume de su pelo era como un vasto campo fresco, atardeciendo en primavera, dorado y mecido por el viento. Una deliciosa avalancha de suaves cardos, fértiles lavandas y millares de dulces dientes de león que flotan en el aire. O quizá algo más exquisito. Al respirarla lo supe inequívocamente y me dije Eres un cabrón. La apreté mientras ella pensaba que me quebraba de tristeza. No se ha ido la otra y ya te gustó esta. No salté nunca hacia Turquía. Abrazado a la nueva y sin remordimientos, le dije adiós a Estambul.


2.
Era 2009.
Ya había cumplido los 28 y vivía relativamente feliz una sucesión de trabajos y amistades tan intensos e interesantes que me permitían disfrutar y defender mi soltería como los grandes. La humanidad comenzó a vivir la era Avatar: un mundo amargo tras el trauma de los aviones estrellándose contra las torres gemelas. Britney estaba loca y gorda, mi abuela había muerto y mi cuerpo había perdido la perfección. Las redes sociales se apoderaban de nosotros y fue así como un día hice click y encontré un maldito-hermoso avatar en Twitter: una foto perfecta. Pasaron días de coqueteo futurista, artificial y tecnológico que primero escaló a Facebook y después al chat de mi Blackberry. Sin estar muy convencido, su insistencia y mis ganas de marcha me hicieron acceder a conocernos en Technicolor. Ante un suculento plato de mejillones a la marinera, una especie de humanoide divino y fantástico, con ojos brillantes y una figura desproporcionadamente delgada me observaba. Yo iba a lo que iba, como siempre. Pero la Tierra ahora se llamaba Eywa y sus habitantes, fans de Kelly Clarkson - un producto de la imperante telerrealidad -, vivían según su último éxito: I do not hook up: I fall deep, un golpe bajo a mi obsesión por la falta de compromisos románticos. La estrategia fue darse a desear en el sexo hasta el punto en que parecía que el asunto sería tan profundo que habría más bien que unir las trenzas ciliadas de cada quien hasta que se dilataran las pupilas. Entonces caí perdidamente. Efectos especiales nunca antes vistos. Mi Jack Dawson personal resucitó y, cuando estuve listo y me sorprendí a mí mismo intentando saltar, Rose-Avatar decidió quedarse en Eywa, sin mí, vengando sin saberlo la sangre de aquella turca que se quedó esperándome en la era Titanic.
El mundo se derrumbó por segunda vez. Me pasé noches enteras intentando dormir para huír de mi condición humana y de repente despertar siendo avatar en Eywa. No lo logré y por un lado, menos mal: habría que aprender el Na'vi, un idioma ininteligible y difícil.
Después de un par de semanas, también en jueves, tuve la suerte de tener que insultarme a mí mismo por segunda vez ante un pelo perfumado (esta vez por todas esas notas olfativas que evocan estrellas de mar, corales, lunas de fuego y brisas oceánicas: un verdadero tesoro para haberla encontrado en meses de frío). Cabrón, volví a decirme. ¿No que muy enamorado? Fui muy afortunado. Con dos manos en la cintura de la confidente reloaded, esta vez mexicana (ya tocaba llevarse algo del producto nacional), y mientras nos besábamos bailando una canción de Leona Lewis (la superdotada que reemplazó a Céline en esta era), sin testigos alrededor, supe estar en paz ante la imposibilidad de visitar la tierra de los avatares, para nunca más volverla a ver.

3.
La vida y yo estamos a mano, a la espera de los días que han de venir.
Más le vale a James Cameron que en la nueva era que cree su próxima película me toque ya una escena en la que todos los del barco saltemos para nunca morir.

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martes, 19 de enero de 2010

Comptine d'Hiver No. 93685740968

"La chance, c'est comme le Tour de France, on l'attend longtemps et ça passe vite!"
(La suerte es como el Tour de Francia, la esperamos mucho tiempo y se pasa rápido)
- Jean-Pierre Jeunet, Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain

Ya ando por acá en un estado de tristeza emo propio de LuisMi adolescente cuando en su película le cortan la pierna y acaba cantando Hora Pro Novis. No juzguéis, no es naquez traer lente obscuro a estas horas, es sólo sentimentalismo puro e inútil aunado a la elegancia que me caracteriza. Ya se me pasará. Mientras tanto, evite usar flash, digo, per favore.
Es que uta, aparte de narcisista (visiten mi nuevo Tumblr), ando de un ñoñopesimistadesolado...Miren todos los posts de abajo, pura seriedad y así. Ah, y ando de un miedoso (digo "miedoso" pa' no utilizar adjetivos por los que después tendría que pedir disculpas públicas a la comunidad LGBT), que no puedo decidir qué va a ser de mí. Ah, y en un momento verdaderamente sin precedentes en mi vida, ando un poco heartbroken, o en su defecto, ego-bruised. Y todo eso tiene que parar, que ya es 2010.
Debemos ver el lado positivo de la vida. Quiero decir, debemos sentirnos muy muy felices ya que ... uhm... ehm... esteeeee...Lucero y Mijares han fracasado en su matrimonio (qué ruin, pero ps jaja) y aún no han descontinuado el queso Philadelphia sabor chipotle!!!! Digo, a pesar de estar a dieta y no bajar (mi última fue revisar que ya me hubieran quitado todas las muelas del juicio, a fin de que, si todavía tenía un par dentro, ir ipso facto al dentista a que me las extirpara, lo cual se traduciría en unos gramitos menos y más satisfacción al subir a la báscula), claro.
Y luego dicen que uno no sabe apreciar las cosas positivas de la vida.

Ando escribiendo un par de asuntos interesantes, estad al pendiente, que prometen. Uno de todos ellos es una novela tipo "Lola, Érase una Vez" namás que más cruda y perra. Les va a encantar.
En fin. Os amo más que don Vicente Fernández cuando anda borracho en los palenques. Portaos bien.
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miércoles, 13 de enero de 2010

Tengo que

Tengo que amanecer borracho besándote a la orilla del Sena por lo menos unas ocho veces más.
Tengo que despedir y enterrar tranquilo a mi padre y a mi madre tras haber sido el mejor de los hijos de la historia porque así es la ley de la vida y así lo merecen.
Tengo que ganar algo (cuanto más prestigioso mejor) y subir descompuesto a un podio a llorar de emoción por dedicarlo a mi México y mis mexicanos.
Tengo que decidir qué sueños continúan y cuáles tirar a la basura para dejar de perseguir (y hasta nuevo aviso, TODOS los sueños siguen siendo posibles y no hay nada en el mundo con los suficientes huevos para impedirme lograrlos).
Tengo que conocer Moscú bien rasuradito y dejarme crecer la barba mientras viajo en el TransSiberiano para llegar a Beijing a remojarla al plato de noodles más delicioso de Asia. O algo así.
Tengo que ver a mi hermana hermosa como nunca antes, de blanco y con un ramo resplandeciente en las manos junto al hombre más trabajador y respetuoso de la Tierra y bajo una lluvia de arroz y pétalos blancos y buenos deseos en la que quien le desee más felicidad sea yo.
Tengo que aprender a perdonar de corazón y exterminar mis rencores y conquistar mis miedos y restituir al mundo todos los daños y perjuicios que mi intensidad e ignorancia causaron y causarán.
Tengo que escribir una novela y estudiar una maestría y hacer el guión de una película y conseguir un doctorado y publicar un poemario y tomar un curso de cocina para poner un restaurante y grabar un podcast y seguirme con un postdoctorado.
Tengo que poder luchar por todo esto y por bastante más porque no sólo llevo sueños míos cargando. Tengo que esmerarme en nombre de quien ya no tiene la vida ni los largos y fructíferos años por venir que a mí me sobran. Tengo que hacernos justicia. Tengo que evitar que la erosión del paso del tiempo me arrebate la noción de que todo es posible y todo hay que intentarlo.
Y un día, muy al final, tengo que morir. Sonriendo.
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martes, 5 de enero de 2010

De los regalos (Sí, otro post sobre soltería)

Al parecer aún nos queda un buen último tirón de frío para hablar de regalos, siempre tan de moda en invierno. Cualquiera que haya recibido un regalo por compromiso (en el peor de los casos léase "roperazo") o participado en un intercambio artificialmente coordinado; tendrá aún en la boca ese pésimo sabor que deja tener que dar (o ser regalado) algo que no nace de uno y que no tiene un valor genuino. Algo chafa, cutre, malenvuelto...

¿A quién le gusta recibir algo que no esté bien planeado, en su punto, perfecto...?

Un inicio de año es perfecto para ser soltero y ser soltero es perfecto para iniciar un año.
La soltería es ese período en el que uno se cuida, se regenera, rejuvenece, crece. En el que se aprende a confiar en uno y a encontrar la felicidad dentro del propio ser para después no succionar la de otros. En el que hay tiempo para cuidar el cuerpo con ejercicio y buena alimentación, la mente con trabajos y el espíritu con motivaciones. De pulirse, corregirse, abrillantarse. A pesar de esto, aún hay quien percibe a los solteros como individuos "egoístas" (!), por no compartirse con los demás.

El mejor regalo que existe es - sin duda alguna - una persona. Pregúntenle a la Broken Fortune Cookie si la llegada de su hija Aura no ha sido su mejor obsequio de vida. ¿Qué hay más valioso que un nuevo amigo, una pareja, un nuevo romance? La vida ocurre de todas formas, y lo único que nos queda es estar bien preparados. Porque quizás algún día llegue ese momento perfecto en el que a uno le nacerá regalarse y las consecuencias de no estar listo al 100% podrían ser desoladoras: Naaadie quiere un regalo chafa.

Así, una soltería bien enfocada y vivida es quizás el proceso más generoso, noble y desinteresado por el que pasan los seres humanos: Un tiempo de disfrutar la vida planeando la llegada de alguien a quien ni conocemos a través del crecimiento personal. Un tiempo de construir las catedrales en las que los futuros seguidores - si es que llegan - rezarán. De transformarse en alguien que suma y aporta porque sabe estar consigo.

Una vez más, bienvenida la soltería y todo lo que implica. Que el proceso de preparar envoltura y contenidos sea espectacular.

*En lo particular, este que escribe es modelo 1981 y requiere urgentemente de mantenimiento. Esto implica una dieta sana y matadora, sesiones maratónicas de ejercicio, una buena revisada a los grandes libros, un tratamiento dermatológico y un blanqueamiento dental. En otras palabras, suerte a quien se lleve este regalazo los próximos meses. (Si es que aguanto la dieta un día más, claro). Seguiremos informando.

viernes, 1 de enero de 2010

La huída silenciosa

Todos nosotros nacemos huyendo.
Muchos conocemos bien esa aterradora angustia que provoca estar abrazando a alguien que duerme plácidamente en nuestros brazos mientras se fuga inevitablemente de nuestras vidas, sabiendo que - no importa lo que hagamos -, los amaneceres próximos desembocarán en ruptura a pesar de poder asirlos físicamente. Así es 2010, con cronómetro corriendo. Ahora mismo que empieza con tanta energía e ilusión, mientras lees, millares de tus células pierden agua agonizando, pudriéndose. Somos cementerios que caminan y no hay nada que podamos hacer para cambiar esto. Así llega el 2010: escapando junto con todas las personas y circunstancias que inocentemente creemos poseer.
Lo único que nos queda es intentar escapar de la huída. Vivir de tal manera que no se nos note nuestra triste condición de moribundos: Comer y beber y besar y escribir y follar y leer y trabajar como burros y limpiar las casas y los escritorios para que queden relucientes como tumbas. Y llorar y bailar y empedar y gritar y pelear y lastimarse, y etcétera.
Eso es lo que quiero para ti y para mí los próximos doce meses: una sucesión densa de eventos que maquillen nuestras células muertas y nos hagan sentir como si no huyéramos de todo.
Que lo que huya más pronto de nosotros sea la tragedia, el rencor y el miedo. Que los sueños escurran lento antes de desaparecer y se realicen mucho antes de fugarse. En breve: Felicidades.

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