viernes, 19 de septiembre de 2008

El risueño se levanta

"Yo, Germán Dehesa, aquí me quedo y me quedaré siempre. Tengo dos razones muy sencillas:
a) yo soy de aquí y lejos de aquí moriría como loto desmayado y
b) ¿a dónde voy que más valga?, ¿a causar lástima en otro país?, ¡niii madre!
¿Que ahora permanecer aquí requiere de una dosis mayor o menor de valentía? Pues nos la echamos. Sería una infamia que no lucháramos hasta el último esfuerzo por arrebatarle a los felones la posesión y usufructo de México."
(Sí mi querida Skinny Bitch, sí lo leí, y sé que estamos juntos tú, yo y muchos en esta idea, en esta postura, en este sueño.)

Sí señores. Después de la entrada anterior, no podía dejar de aclarar, que después del duelo, está el levantarse, muy alta la frente y - con el mayor estilo del mundo - plantarle cara a lo que venga.
Si estás leyendo esto en algún lado de México, da una vuelta y mira a la gente desconocida que te rodea. Tus paisanos. Desde aquí, y sin saberlo bien, te afirmo que ellos son como tú y yo: nobles y trabajadores. Seremos lo que quieran, pero en general, somos más los que no secuestramos, los que no robamos, los que vivimos con decencia y dignidad. Somos muchos más. Sólo necesitamos pasar la voz, condenar los más mínimos actos de corrupción de nuestro entorno inmediato, concentrarnos en lo nuestro y seguir aquí, partiéndonos la madre. Después de todo, ¿qué hay más mexicano que chingarle y trabajar como un burro por una vida mejor?
Somos demasiados. Y nadie va a pasar por encima de la vida que merecemos. Estamos dolidos sí, pero eso no va a debilitarnos. Al contrario. No vamos tampoco a cambiar nuestra forma de vida con base en lo que los delincuentes pudieran tramar en nuestra contra. Vamos a aprovechar la adversidad y a sacar la casta.


Los dejo con una cita del discurso del presidente que encontré en el blog de la Hija de Zeus:

Quienes creen que con actos cobardes en los que se lastima la vida y la integridad de personas inocentes verán un Estado debilitado, en su acción criminal encontrarán un motivo sobrado para el fortalecimiento del Estado y la unidad de los mexicanos. Se equivocan, hoy más que nunca verán la acción de un Estado más decidido a enfrentarlos y a vencerlos.”

martes, 16 de septiembre de 2008

El risueño está llorando

"Los árboles están llorando, son testigos de tantos años de violencia. El mar está marrón: mezcla de sangre con la tierra.
Pero ahí vienen bajando de la montaña, con la esperanza, las madres que ven por sus hijos y que sus libros para la escuela son su soñar..."
- "Minas Piedras"de Juanes, canción que en estos momentos me parte en dos.

Justo anoche pensaba que este iba a ser el primer año en el que no bloggeaba sobre mis fiestas patrias, que espero junto con todos mis paisanos cada 15 de septiembre, para dar un grito colectivo de orgullo. Una añorada noche de alegría, de comidas, chiles y tequilas bajados del cielo.
Siento mucho repetir tantas veces lo mismo. Igual por eso ya ni las moscas se paran por aquí.
Y es que mi tema es otra vez México. Mi amor, mi más profundo, mi hermoso, mi más mío, mi amado México. Escribo y hablo tanto sobre él porque mi sentimiento de adoración es tan grande que no puedo más que alabarlo.
Siempre he pensado que México, entre muchas cosas, también soy yo.
Este año, este 16 de septiembre, esta fiesta, escribo berreando. Pa' variar. Como si quebrarse no fuera una vergüenza.
Pero por Dios que aguanté. Aguanté maldecir a los cabrones malnacidos que han estado secuestrando a tantos niños - pobres y ricos, mediatizados o no - . Me aguanté al ver todos esos decapitados que nos han horrorizado a todos. Me mordí la lengua pa' no chillar en el zócalo cuando ante mi bandera escuché mi himno y prendí una vela después de una marcha por la paz. Es una cursilería, pensé. Aguanté cuando presencié el dolor de mi amiga, la de la orquídea, quien tiene cerca a alguien cuyo padre fue hace poco secuestrado y lamentablemente muerto.
Aguanté hasta hoy cuando, después del recalentado de pozole y tostadas, me entero que hubo un atentado en plena ceremonia del grito - esa que esperamos todos - en Morelia, y que hay siete muertos y 108 heridos. No pude más sostener la guardia.
A mí, a mis paisanos, a México, se nos derramó el vaso esta lamentable y triste mañana.
Los mexicanos somos risueños. Somos fiesteros. Somos gente buena.
No sabemos manejar la frustración de ver a nuestro México así de maltrecho. No soportamos ya. Ya no.
No hallamos qué hacer, a quién romperle la madre, a quién cobrarle tantos muertos.
No estamos preparados para oír detonaciones mortales estallar al mismo tiempo que las campanadas de fiestas patrias. Ni lo estaremos nunca. No sabemos llorar, por eso duele tan fuerte. Cómo lo siento. Réquiem por tantos paisanos...

Soy típicamente mexicano: muy optimista y en general, muy risueño.
Pero después de Morelia hoy, no se puede. Ya nadie puede. No podemos reír. Hoy ya no.

lunes, 8 de septiembre de 2008

La de la orquídea

Déjenme ponerme un poquillo ceremonioso pa' contarles esta.
Esta es la historia de la distancia (física o metafísica) entre un hombre y una mujer. Adornada por un puente en forma de orquídea, ocurre más bien en Berlín pero empieza mucho antes en la Ciudad de México o quizás en Londres, y al parecer termina mucho después probablemente en esas mismas ciudades. Esta es una de mis mejores historias, y para ser contada necesita que hable sobre la protagonista, que ya antes de conocerme me acompañaba porque leía este blog. Aquí nació todo.

Me enteré de su existencia a mis 24 años, una tarde de otoño en la sala de las compus del GLS Sprachzentrum en Berlín, donde estudiaba y quesque escribía mi primer novela, que ahora ya no me gusta. Si mis cálculos no me fallan, escribiré una segunda cuyo encanto caducará al tiempo, y no será hasta la tercera ("la vencida") que esté satisfecho. De todas formas es posible que las historias que entonces relate no sean tan poderosas como esta, simplemente porque esta sí ocurrió y continúa ocurriendo. Dejen le sigo...

Intercambiamos un par de e-mails muy a la manera de dos personas que se conocen por internet: fantasías cargadas de halagos especiales (de ésos deliciosos que nutren el espíritu ególatra de cualquier wannabe artista) y claro, llenos de idealización.
Un día antes de mi cumpleaños ella ofreció enviarme un regalo que de entrada no acepté.
La curiosidad eventualmente mató al gato, y una tarde acabé cruzando el Tiergarten hasta la Klingelhöferstrasse para tomar un café en la embajada de México con un diplomático muy diplomático que sacó una caja de cartón larga, y un sobre con mi nombre.

Dentro había una orquídea viva, blanca; de parte de una mexicana misteriosa y desconocida que leía mi blog. La única vez en mi vida que alguien me había regalado una flor. Caminé despacio desde la salida del U-Bahn hasta mi depa, donde al llegar dos suizos medio malintencionados me preguntaron qué coño hacía un tipo de mi edad con una flor de ese tamaño. "Scrivo un Blog, un sacco di gente mi legge, comme ho fatto gli anni una delle mie fanatiche mi ha mandato questa orchidea dal Messico", contesté sonriendo. Ah verdaad, tómenla perros. "Cierren la boca pendejos", pensé en silencio al subir.

La carta citaba un poema sobre una orquídea, y ella me felicitaba por cumplir 25 y me decía que así estaría acompañado mientras terminaba de escribir. Y sí. Esa orquídea estuvo conmigo mientras escribía hasta las tantas, me vio llegar borracho de noche, despacio para no despertar al roomie, estuvo allí escuchando cómo canto fuerte con los audífonos puestos. Entre otras muchas cosas. La referencia que hasta la fecha uso para ella es precisamente esa: la de la orquídea.

Un buen día regresé a México, más gordo que nunca y con 25 años. Y la conocí en vivo. Confirmé - entre otras cosas - que podíamos hablar sin sentirnos incómodos, que ella era demasiado fan de Gael García Bernal (otro personaje de esta historia), que le gustaron mucho las bombas de chocolate de Los Danzantes, y que la de la orquídea acabaría siendo una gran historia que habría de contar (aquí mismo claro).

Ella ha dado mucho. Tengo una bufanda y un libro de Kundera, casi al llegar recibí su primer reenvío de un puesto de trabajo, hecho que se ha repetido una y otra vez hasta la fecha. Creo que ella dado más: esta historia tiene sus momentos oscuros en los que me he desaparecido. Al contarla, nunca falta ni faltará quien - por tener la desgracia de no haber nunca vivido algo igual -, me recomiende que desconfíe de ella, que es una locura enviar una flor a un bloggero desconocido al otro lado del Atlántico, que no hay que fiarse...

Pero está difícil. La estela que dejó la orquídea ha durado mucho: De repente volteo y no sé cómo, ella es hoy una amiga entrañable. Se convirtió en compañera de cenas en las que la buena conversación rivalizó con la buena mesa y ganó. Me ha presentado a amigos extraordinarios, ha estado ahí siempre desde entonces: en una ventana de messenger, detrás de una buena pizza o un buen café, en Coyoacán, por teléfono, o junto a mí en los cines.

Ya hasta nos fuimos de viaje y hubo un par de focos rojos, porque nos conocimos más. Creo que dentro de la dinámica creada, disfruté mucho que alguien tan luminoso como ella me admirara con la intensidad de 2006. Confieso: Quizás secretamente he buscado alimentar su idealización de mí, a pesar de que sé que eso es el primer obstáculo en cualquier relación. Pero es que es delicioso sentir que te ven como creo que sólo ella me ha sabido ver. Algo se muere en mí cada vez que siento que ella va viéndome más normal y corriente.

En fin, ha pasado ya un rato (voy pegándole a los 27), he bajado unos cuantos kilos y a ella se le pasó el gusto por Gael. Créanme, ya es decir. No sé qué cosas extraordinarias me tocará vivir en el futuro, pero no me queda duda que esta, la de la orquídea, seguirá siendo siempre una de mis mejores historias.