martes, 20 de noviembre de 2007

La Tailandia perdida y mi angustia (Angst) según Heidegger

¿Qué dije? Que no me iba, no? Bueno ps hoy no quiero decepcionar pero debo advertir que todo lo que siento ahora mismo ya ha sido dicho en el pasado por nada más y nada menos que Herr Martin Heidegger. Eso sí, me levanté muy filosófico (helloo, estoy mencionando a Heidegger en un post, miren miren qué pinche inteligente soy...). Digo igual ya habíamos descartado que estuviera aquí para hablar del hilo negro de las cosas... El caso es que estoy aquí como nos lo prometí con mis flamantes 26 años y dos días recién cumplidos. Quédense y les cuento.

Heidegger, a quien la neta creo que admiro más que recuerdo su obra, definió - si no me equivoco - esto que vivo yo como una existencia impropia. Qué bárbaro, qué certero. Hoy hace una semana, se cocinaban en la parte de atrás de mi cerebro numerosos posts taaan increíbles al más puro estilo de los mejores best sellers de superación personal, encaminados a sublimar mi renuncia del lugar desde donde ahora mismo escribo.
Así es mis amados cinco lectores, la semana pasada ya estaba tomada la decisión de renunciar, de escapar de esta vida, de prometerme - al momento de la introspección propia del cumplir 26 tacos de edad - no volver a consentir situaciones rutinarias absurdas ni mucho menos pisoteos de dignidad típicos del país asiático de donde son mis jefes.

Y así (lo cuento rápido y paso a otro tema para que pase desapercibido, porque como que me da vergüenza), segundos antes de mi renuncia, llega mi jefa y me anuncia - previo choro mareador bastante creíble - que me dará más dinero. Así que el muerto de hambre de mi ego oyó "reconocimiento, por fin!" y "more ca$h" y se encargó de estrangular a mi voz interior que tenía bien preparada mi elegante renuncia y también mis planes de una nueva vida como boxeador y masajista thai en la exótica isla de Koh Phangan, Tailandia (naturalmente).




Pasó pues el fin de semana de mi cumpleaños: de entrada la idea era no hacer nada y no gastar con vistas a un desempleo de unos cuantos meses, misma que con el aumento de sueldo se materializó en una precipitada y poco planeada reunión de domingo en la tarde en mi casa de la que salí borrachísimo. Cúlpese a Bacardi y a Jägermeister de mi muerte neuronal. No haré la broma esa sobre la maldición de la Perla Negra porque me dí cuenta que no hace gracia. Tampoco voy a usar citas de Octavio Paz para describir la manera desaforada en la que los mexicanos festejamos, pero sí, yo sí fui suicida cómo dice él en mi manera de celebrar y tuve cómplices (gracias a los que fueron, perdón a los que no les pude ni avisar, se les extrañó).
Por si alguien no lo sabe, aún vivo con mis padres. Ouch...y pensar en esos maravillosos bungalows tailandeses con vista al mar a tan sólo unas horas de Bangkok para mí solito. En fin, las condiciones macroeconómicas de mi país (haha, no tengo idea qué son pero suena bloggero), la suerte y la costumbre a la comodidad del hogar familiar impiden a la mayoría de los de mi generación idependizarse e irse a vivir a un loft amueblado y equipado con roof garden y esas madres. El caso es que a mis 26 recién cumplidos mis padres se indignaron con mis gritos de borracho. Aprovecho para defenderme: hacía dos años que no tenía celebración alguna, estaba en mi casa, y casi no había colados, o sea que cualquier daño a mi imagen ocasionado por la bebida está a salvo entre mi gente. Dicho de otra manera: ya parece que voy a quedarme con las ganas de beberme una cuba más o dos o tres: a vivir que son dos días.


Y eso nos devuelve a Heidegger. A "estoy aquí, en esta oficina que ni me gusta, con estos asiáticos y ahora qué hago!!!".Y sobre todo: volvemos a "No estoy tragándome un Pad Thai con camarón en la arena de Koh Phangan al lado de una exótica y amigable nativa con su bra de cocos, que está sonriente acomodando la sombrilla pa' que no me queme el sol y muere por que le permita darme un masaje (thai) después de cada entrenamiento de boxeo (thai)".

No estoy haciendo algo que me gusta. ¿Y luego?

Ich habe Angst.Viel Angst. Mucho miedo. Qué pasará... La angustia heideggeriana me invade. Mucho. Lo bueno es que, si entendí bien, es precisamente la crisis, la angustia, las ganas de romper la puerta de esta oficina; lo que te saca de la existencia impropia y te sube a un avión one-way con destino a Koh Phangan, donde los monjes budistas te esperan ya en el aeropuerto para llevarte en tuk-tuk a tu retiro de silencio y meditación, que borre de una vez por todas las vocerradas que descalzo y borracho pegabas el domingo mientras cumplías 26, quemándote irremediablemente ante la fina sociedad que abandonarás para convertirte en la primer estrella mexico-española de muai thai kick boxing.

Seguiremos informando.

Ah...mi Tailandia querida...

viernes, 9 de noviembre de 2007

Se llama Orlando Jonathan Hernández Madrid

Estoy orgulloso de todos mis amigos.
Pero estos días, mi amigo Rodolfo me tiene más orgulloso que todos los demás. Me hace sentir privilegiado por enriquecer mi entorno y formar parte de mi vida.
Si caíste en este post, te invito a leer esto que escribió él, una vivencia con toda la fuerza conmovedora de quien vive atento y con intensidad, y que tiene un objetivo más que el informar: el persuadirte a moverte, a que te revuelvas, a que ayudes, a que hagas algo. Por favor léelo. No va a tomar mucho tiempo.

Así empieza Rodolfo Córdova su relato:

John Doe es el nombre que se utiliza usualmente en Estados Unidos para referirse a aquellas personas que carecen de identidad, que no tienen nombre ni apellido. De Nadie hace referencia a un documental dirigido por Tin Dirdamal, que retrata la realidad de los miles de migrantes centroamericanos sin papeles, que carecen de identidad y buscan llegar a Estados Unidos.
Miles de migrantes mexicanos y centroamericanos mueren al tratar de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, miles más mueren en México. Enterrados en fosas comunes varios millares de John Doe’s y De Nadie’s están ahí ahora, mientras yo escribo estas líneas y tú las sigues...
Para seguir leyendo, haz click aquí.

viernes, 2 de noviembre de 2007

¿Y si sí? (Y si aquí estás, esto, como todo lo mejor que hago, va por Ti)

"Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que rie la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿Qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?"
Octavio Paz, El laberinto de la soledad

Me pongo a escribir porque acabo de rezar y hace muchísimo que no rezaba. Acabo de cantar y hace muchísimo que no cantaba. Acabo de llorar, y hace muchísimo que no me rompía y chillaba.
Me confieso: hace poco escribí una mentira. Escribí que no tenía ya miedo a los aniversarios luctuosos. Me equivoqué. En ese aspecto, aquí sigue la ausencia, ese vacío que llena el tórax, que se siente en y por todos lados, ese instinto suicida de querer morirse pronto también, a ver si así puedes reunirte con tu ser perdido.

Un día como hoy toda la vida, cada año, puse una ofrenda de muertos con mi abuela.
Ella me transmitió el amor por esta fiesta. Siempre acostumbraba poner en un plato transparente, agua y aceite. Compraba unas cosas que se llaman "mechitas", que son corchos que al flotar, sostienen pabilos que mojan su parte de abajo en el aceite. "Es para ms muertitos" me decía. Todavía el último año me encargó comprar y poner las mechas que ella quería ofrecer de manera especial a su hermana, mi tía Isabel, que recién había muerto.
"En este día, Dios permite a los muertos bajar a estar con nosotros", me explicaba con la pasión que no le faltó un sólo segundo mientras vivió. Amaba las calaveras, la catrina, el rosa mexicano, el chocolate, el papel picado, el amaranto, las flamas de las velas, el aceite y el agua, la mezcla de todo lo anterior.
Y entonces hoy puse, para ella, una ofrenda.


Comprar las cosas, acomodarla, prender las mechas, fue estar con ella. Fue reír con sus recuerdos, siempre felices para mí.

Prendí al centro las mechas de aceite.
Y entonces pensé
...¿y si sí estás aquí, de verdad? ¿Si este día te dieron permiso de venir a verme, y volvimos como siempre a poner la ofrenda juntos?
Habrá sido el aroma suave del copal y el carbón humeante lo que provocó esta reacción. Ese dolor dulce que oprime la tráquea cuando se siente algo fuerte me empezó, y entonces no supe otra cosa más que rezar. Recé como ella me enseñó. Le recé a un dios en el que creo que no creo. Pero le recé con fuerza, por si ella estaba aquí. Por si en una de esas tenía razón y ese dios existe. Le pedí que me la cuidara bien, y que por favor, me reuniera con ella un día.

Ya van a hacer tres años y hay tanto tanto que se perdió. Y otra vez pensé ¿y si sí está aquí? Caminé rápido hacia el espejo, a arreglarme el pelo para verme lo mejor posible. Ella que no veía, siempre dijo que cuando muriese iba por fin a poder verme y tenía muchas ganas de ver cómo soy ahora, de grande. Y entonces pensé que podría también oírme. Qué bueno que estoy sólo y soy el ún
ico aquí, porque me paré y en frente de la ofrenda, canté pedacitos de canciones que me salen bien.
Y así creí que estaba aquí. Lo juraría. Está o estuvo aquí. Ahí es cuando lloré. Lloré por volver a estar con ella. Lloré por no poder tenerla siempre. Me entró fuerte el sentimiento.

Aprendí bien lo que ella me enseñó. Porque aquí estoy, un 2 de noviembre, honrándola a ella igualito que ella honraba a los suyos.
Porque este 2 de noviembre, ella está aquí junto a mí.